Deportes

Tenis

Djokovic gana Wimbledon y entra en el Olimpo de Nadal y Federer

El serbio supera a Berrettini (6-7 [4/7], 6-4, 6-4 y 6-3) en una disputada final del All England Club y alcanza los 20 Grand Slams

Djokovic celebra su triunfo en Wimbledon ante Berrettini, con el que alcanza los 20 Grand Slams
Djokovic celebra su triunfo en Wimbledon ante Berrettini, con el que alcanza los 20 Grand SlamsDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

“Matteo, Matteo”, gritaba el público en la central del All England Tennis Club. El público se puso del lado de italiano en la final de Wimbledon. O quizá también era una forma de mostrar su apoyo a Rafa Nadal y Roger Federer, que no estaban en la pista, pero sí jugaban de alguna manera. Porque son los preferidos de casi todo el mundo, su rivalidad es ensalzada, pero detrás venía un tenista con ansias de llegar donde ellos. Que cae peor, y eso es así, y eso le sacude por dentro. Pero ya está ahí. Djokovic venció al Berrettini (6-7 [4/7], 6-4, 6-4 y 6-3), conquistó la hierba de Londres por sexta vez y entra en el Olimpo de Rafa y Roger: los iguala en la escandalosa cifra de 20 Grand Slams, y tiene un año menos que Nadal y le sobra fuerza para seguir adelante y sumar unos cuantos más y ser considerado el mejor de los mejores. Toma ventaja en esa carrera por la eternidad, aunque en realidad los tres son eternos. El público, finalmente, también coreó su nombre. Era un día histórico para el tenis.

En el primer set Djokovic recibió de su propia medicina. Cuando parecía que lo tenía ganado, lo perdió. Extraño. Pero extraño fue la forma de comenzar, con una doble falta del serbio y dos reveses a la red de Berrettini, pendiente de su muslo izquierdo vendado... Le costó arrancar al partido y cuando lo hizo fue para que el número uno del mundo tomara ventaja y carrerilla. Pero con 5-3 y saque, no supo cerrarlo. Logró la ruptura el italiano en lo que pareció una transformación, como si la final empezara para él en ese momento, fuera nervios, a jugar, a soltar la derecha y a sacar. Y así forzó el tie break para dejar varias gotas de su mejor tenis. El ataque feroz con la derecha para descolocar a Nole y después fulminarle y otra derecha después profunda y en carrera, a la línea, para generarse las bolas de set que no perdonó. Con un saque directo, puso la final a su favor.

Claro que eso en un escenario cómo Wimbledon, en el partido por un título de Grand Slam y con una raqueta novata contra la de un “monstruo” tampoco significa demasiado. Es un paso, pero el objetivo sigue a kilómetros. Llegó la hora de saber cómo iba a ser la reacción del número uno del mundo, que, sin brillar, pero también sin sufrir, ha ido pasando rondas en el All England Club. La duda era si lo tenía todo bajo control en los duelos contra Fucsovic, Shapovalov y demás, si podía meter una marcha más o si es que ese es su nivel en esta edición de Wimbledon. Subió de revoluciones el serbio, pero sin pasarse. La solidez volvió a ser su gran argumento, no forzar mucho, pero tampoco equivocarse ni una vez más de las debidas. Pese a la resistencia de su rival, se escapó en el segundo parcial rápidamente con un doble break. Todavía le costó cerrarlo. Falló a la primera, vio cómo Berrettini se le puso 5-4, pero entonces su servicio no tembló. Ya había igualado el partido.

Seguía con esa cara de paz que muestra a veces el número uno, que contrasta con los gritos enloquecidos que ofrece otras veces. Sólo inquietó la calma interna de Djokovic que el público se pusiera de parte de su rival. Con un 15-40 del tercer set, dos bolas de break para el italiano, fue descarado como apoyaban al tenista nacido en Roma. Las salvó Nole y desafió a los presentes en la central. Mano en oreja como diciendo: “¿No gritáis ahora?”. Eso hizo que se coreara su nombre. Lo había conseguido, aunque fuera sólo un momento. Entonces siguió a lo suyo. Porque ese tercer set ya lo tenía en ventaja. Lo bueno de Nole es que cuando le ofreces un resquicio, se suele colar por él. Esa pequeña oportunidad se la volvió a dar Berrettini pronto y por eso fue con break arriba ya también en el tercer capítulo. Le costó mantenerlo, pero lo logró. No hay raqueta más sólida que la suya. Un par de momentos de lucidez y, sobre todo, no fallar. Bolas profundas, poniendo el caramelo a un oponente que vive para ser agresivo, y que fuera él quien las tirara fuera. Así sucedió en el punto definitivo. Le quemó la presión a Berrettini, que mandó la pelota fuera por un metro.

La resistencia de Berrettini fue encomiable. Era la primera vez que estaba en una cita así, y plantó cara. Pero es que delante estaba un Dios de este deporte. Djokovic se mete por los huecos que le dejan y también cierra la puerta al tenista que está enfrente cuando cree que la puede pasar. Otra vez apretó el italiano en la cuarta manga, y se generó oportunidades, y Djokovic se enfadó con el público cuando tropezó, se levantó y corrió al otro lado para llevarse un punto que hubiera supuesto un 15-40. “Vamos, vamos”, decía, esta vez con la mano, a los espectadores. La paz se fue. Gritó al ganar ese juego. Y fue como si se incendiara, porque aumentó un punto la agresividad y ya nada pudo detenerle. El Olimpo le esperaba.