Masters

El único techo del tenis español que no ha roto Rafa Nadal

En su palmares sólo falta el Masters, torneo que vivió una histórica final española el 29 de noviembre de 1998

Álex Corretja, campeón del Masters de 1998 al derrotar en la final a Carlos Moyá
Álex Corretja, campeón del Masters de 1998 al derrotar en la final a Carlos MoyáMasters Cup

Ahora que se entrevé su fin, se empieza a apreciar de verdad la magnitud de la carrera de Rafa Nadal, campeón de Roland Garros como Gimeno y de Wimbledon como Santana y del US Open como Orantes y de la Copa Davis como la poderosa Armada de entre siglos y del Abierto de Australia como ningún español antes y también oro olímpico, individual y por parejas. Todos los grandes títulos tenísticos figuran en el palmarés del genio balear excepto uno: la llamada en sus inicios Copa de Maestros, ahora Final ATP, que tradicionalmente y desde 1970 cierra cada año el calendario internacional.

Con una tradición eminentemente terrícola, para los tenistas españoles no resultaba sencillo brillar en el Masters, sobre todo desde que el Madison Square Garden se convirtiese en su sede fija a partir de 1977: la pista sintética bajo techo es la que peor se adapta a las cualidades del jugador criado en el polvo de ladrillo. Las seis primeras ediciones fueron itinerantes y en la previa a la mudanza a Nueva York, Manolo Orantes alzó el trofeo aprovechando que los tres primeros del ranking –Connors, Borg y Nastase– no quisieron viajar a Houston, donde el granadino le ganó la final al polaco Wojtek Fibak sobre la ceniza tejana.

Durante toda la década de los noventa, el Masters se disputaría en Alemania, primero en Fráncfort y después en Hannover, y fue en la capital de la Baja Sajonia donde España conquistó su segundo y, hasta el momento, último entorchado al término de una edición histórica que venía a coronar un año no menos espectacular. En junio, Carlos Moyá y Álex Corretja había protagonizado la final de Roland Garros, con triunfo del primero e inolvidable ceremonia de entrega de premios con nada menos que Pelé –Francia organizaba el Mundial de fútbol ese verano– entregándole la Copa de los Mosqueteros al mallorquín. La Armada dominaba la tierra batida, vale, pero sus jugadores encallarían en la moqueta germana. Pues no.

Las retiradas de André Agassi y Marcelo Ríos desbrozaron el camino hacia las semifinales de los españoles, derrotados sin embargo en el “round robin” por los líderes de sus respectivos grupos y favoritos para disputarse el título, Tim Henman y Pete Sampras, que ya había ganado cuatro de los cinco Masters que luce su palmarés. Sin embargo, Moyá dio la primera sorpresa eliminando al inglés y Corretja completó la gesta apeando al estadounidense. Ambos tuvieron que estirar su semi hasta el tie-break del tercer set para conformar la segunda –y última hasta ahora– final de la historia entre compatriotas tras la protagonizada en 1991 por el mismo Sampras y Jim Courier.

Más alto y apoyado en su descomunal servicio, Moyá ganó los dos primeros sets y confirmaba su favoritismo: en su único precedente en pista dura, ese mismo año en el US Open, había despachado en tres mangas a su compatriota. Pero Corretja, fiel a su espíritu de luchador, no se rindió y remontó al cabo de cuatro horas de drama para adjudicarse por 3-6, 3-6, 7-5, 6-3 y 7-5 el que a la postre sería el título más importante de su carrera.

El tenis masculino español no ha vuelto a ganar el Masters, al contrario que el femenino, que hace sólo dos semanas vio coronada a Garbiñe Muguruza «maestra» de 2021 en Guadalajara (México). En el siglo XXI, otros tres representantes nacionales han jugado sin éxito la última gran final del año. Juan Carlos Ferrero en 2002, con derrota en cinco sets ante Lleyton Hewitt; David Ferrer en 2007, cuando perdió frente a Roger Federer; y dos veces Rafa Nadal, que cayó contra su rival suizo en 2010 y ante Novak Djokovic en 2013. El prometedor Carlos Alcaraz llega pisando fuerte y no le teme a la pista rápida e interior, pues ganó recientemente el NextGen, un Masters para menores de veinte años. Un triunfo que anuncia un futuro esplendoroso.