Papel
Deberes para Carla
La nueva «Top 10» se nubla ante Serena en la final de Miami (6-2 y 6-0).
Serena fue demasiado: 6-2 y 6-0 en la final de Miami, en un partido que, como tal, apenas duró los primeros juegos, hasta que la número uno del mundo hizo el primer «break», ganó el primer set y Carla Suárez sencillamente desapareció. Un vendaval, el de la mayor de las Williams, que no debe ocultar lo que ha conseguido la jugadora canaria esta semana. Actualmente es la número doce del mundo, pero después de haber alcanzado la final de ayer, entrará entre las elegidas, entre las diez primeras del ránking. Ninguna española lo hacía desde que Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez se movían por esas posiciones en los 90. Después de ellas, y con lo duro que supone tener como referencia a dos tenistas que lo ganaron todo, nada. Desde ellas, sólo María José Martínez logró un título de peso como es el de Roma (2010). Con la grancanaria y con Garbiñe Muguruza, que además son pareja de dobles, el circuito femenino, vuelve a existir en España después de mucho tiempo en el anonimato, ocultado también por el éxito de los chicos.
La semana de Carla ha sido un salto adelante más en una carrera llena de ellos y en una jugadora que tiene un problema de base: comparada con el resto de dominadoras del tenis mundial, chicas altas y fuertes, Suárez apenas mide 1,62 metros, lo que supone un contratiempo importante, empezando por que limita su saque, uno de sus golpes más endebles. Tiene que disputar todos los puntos, casi nada es «gratis», pero con su enorme talento puede hacer frente a rivales mucho más poderosas. Su revés a una mano, que ejecuta técnicamente a la perfección, es de los que ya no se ve, ante el dominio del golpe a dos manos del resto de tenistas en un deporte que ha evolucionado hacia la potencia: las jugadoras son pegadoras natas. El segundo problema que tenía la española estaba en su mente. Le faltaba mentalidad ganadora ante las adversidades. Competir además de jugar. «Has levantado muchos partidos en los que ibas perdiendo 3-0 en el segundo set», dijo ayer Xavi Budó a Carla durante uno de los descansos de la final ante Serena. Es su técnico desde los 18 años y ha insistido en todo momento en que si su cabeza funciona, los brazos y las piernas también lo harían. Y así ha sido, aunque la número uno del mundo sigue siendo un muro para Carla Suárez. Ayer se cumplió con la tradición: la española nunca ha ganado un set a la estadounidense y nunca ha logrado hacerle más de tres juegos en una manga.
El primer «Grand Slam» que disputó la grancanaria fue Roland Garros en 2008, y llegó hasta los cuartos de final, procedente de la fase previa. Un comienzo espectacular que tuvo continuación de forma irregular. Con alguna lesión de por medio, se pasaba meses sin hacer nada especial, pero en algunos torneos irrumpía con fuerza. Ha ganado a algunas de las mejores tenistas de la última década, como Maria Sharapova o Venus Williams, y ha alcanzado los cuartos de final en todos los «grandes», menos Wimbledon, donde alcanzó los octavos en 2013, la primera española que lo conseguía desde Conchita en 2001. «He practicado muy fuerte, conozco más a las jugadoras y he jugado muchos partidos clave en grandes torneos. Quizá ésa sea la razón del nivel que estoy teniendo», declaró después de meterse en la final de Miami, la octava de su carrera (aunque la más importante), siete de ellas concluidas con derrota y sólo una con título, en Oeiras en 2014, en tierra batida.
«Ahora lo importante es digerir todo esto», reflexiona Xavi Budó. A sus órdenes, su pupila ha mejorado la mentalidad y también en la pista. Poco queda de esa jugadora que estaba un metro por detrás de la línea de fondo, a merced de las oponentes. Ha dado un paso adelante en su colocación para intentar mandar (le sigue faltando un golpe definitivo) y ha progresado en la estrategia, pese al resultado de ayer. «Con su fuerza y potencia, Serena hace que mis golpes sean malos. Se me ha hecho un mundo», confesó. «Tengo que seguir creyendo y trabajando porque algún día podré ganarla», continuó. De Miami se va sin el título, pero con algo importante: «El respeto de las rivales».
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