Tenis
Nadal sobrevive a Dimitrov
Nadal regresa al épica y se clasifica para la final de Australia tras un agotador partido ante el búlgaro.
Derrotó al búlgaro por 6-3, 5-7, 7-6 (7/5), 6-7 (4/7) y 6-4 se medirá en la final del Abierto de Australia con Federer. Rafa persigue su décimo quinto «Grand Slam»
Tres años, cinco sets y casi cinco horas de partido necesitó Nadal para volver a la final de un "Grand Slam". Se impuso al búlgaro Dimitrov en un partido agónico por 6-3, 5-7, 7-6 (7/5), 6-7 (4/7) y 6-4 después de 4 horas y 56 minutos. Ahora espera Roger Federer, la historia, el gran clásico para buscar el decimoquinto "Grande".
El nuevo Rafa ha decidido incluso que puede arrancar los partidos sirviendo. Esa apuesta era poco menos que un disparate hace años. Una prueba de que la confianza en el servicio ha aumentado. Nadal se topó con dos pelotas de "break"en contra de salida. No titubeó. Bolas altas buscando el revés de Dimitrov y buenos segundos para dar el primer paso. El resto del set fue perfecto. En el cuarto juego logró una ruptura que hizo la vida imposible al búlgaro. Dos juegos en blanco y en poco más de media hora el partido estaba encarrilado por un claro 6-3.
Barrido en la primera manga, Dimitrov no se esfumó. Apareció el jugador que no había perdido un partido en 2017 y empezó a mandar con la derecha, siendo más agresivo y buscando constantemente golpes ganadores. Tres bolas de "break"en el cuarto juego y un "warning"a Nadal por demorarse en el saque revelaron los primeros problemas. Rafa se reincorporó con una ruptura en el séptimo juego y el partido se convirtió en una sucesión de "breaks". Los hubo en el octavo y en el noveno, cuando Dimitrov ya servía para igualar la semifinal. El búlgaro fue más lejos y en el décimo parcial dispuso de cuatro pelotas de set. Rafa las salvó, pero los problemas con el servicio no cesaron. Hubo un tercer "break"del número 15 del mundo que equilibró la semifinal.
A estas alturas, la fortaleza mental ya tenía tanto peso como el tenis. El Dimitrov de temporadas anteriores hubiera empezado a difuminarse. El actual no. Una ruptura de cada uno llevo el set al desempate. Antes, tras el undécimo juego, hubo un parón por un desmayo en la grada. Los casi diez minutos de interrupción no alteraron a Rafa. En el "tie-break", un ejercicio de paciencia y la agresividad justa le permitió retomar el mando.
Nadal mandaba, de forma ajustada, pero lo hacía. La fragilidad con los saques en el tercer set desapareció cumplidas las tres horas de partido. Desde la firmeza al servicio de amables llegó un nuevo desempate en el cuarto set. Ahí casi todo lo que pasó en la pista fue culpa de Dimitrov. Lo malo y lo bueno. Golpes ganadores, voleas, buenos servicios... su valentía tuvo premio y llevó el partido al límite.
Con la medianoche en Australia, las estadísticas estaban con Rafa. Gana el 69 por ciento de los partidos que llegan al quinto set; el búlgaro, el 50. La tensión llevó los dos primeros juegos hasta los 21 minutos. Dimitrov tuvo tres bolas de "break"; Rafa, una. Todo siguió tan equilibrado como hasta entonces, pero la semifinal empezó a adquirir tonos dramáticos. Dimitrov tuvo dos bolas de "break"en el octavo juego, pero Nadal se las ingenió para jugar cuatro puntos perfectos. La inercia le llevó a romper el saque del búlgaro en el noveno juego. El "come on"y el "vamos"que gritó Rafa eran la señal de que había llegado la hora. Casi cinco horas después y a la tercera oportunidad Nadal volvió a alcanzar la final de un "Grande".
Y el domingo, el clásico. Un nuevo Nadal-Federer, el trigésimo quinto, un duelo legendario. Sólo Murray y Djokovic han protagonizado más enfrentamientos directos en la historia de la ATP (35). Él balances es favorable para el español, 23-11. Y esa ventaja aumenta si se toman como referencia las finales de "Grand Slam": 6-2. Desde Wimbledon 2007 no gana el suizo un partido definitivo. No será la primera final en Melbourne. En 2009, Nadal logró su único título en Australia al imponerse en cinco sets (7-5, 3-6, 7-6, 3-6 y 6-2).