Clásicas
Van der Poel regala a Philipsen la Milán-San Remo
El belga se impone en la Milán-San Remo a la insistencia de Pogacar, que acabó siendo tercero en la meta
Tadej Pogacar tiene en la cabeza ganar los cinco Monumentos del ciclismo. Ya ha ganado tres, Flandes, Lieja y Lombardía. Le faltaban San Remo y Roubaix. Y le siguen faltando, pero no porque no lo intentara.
El esloveno del UAE había anunciado que atacaría en el Poggio y cumplió con la advertencia. Igual que había hecho en la Strade Bianche, cuando dijo que iba a saltar a falta de 80 kilómetros y eso hizo. Allí ganó, en la Milán-San Remo es más complicado hacerlo con un ataque de esas características. Se esperó hasta el Poggio, la subida que puede evitar la llegada al esprint a seis kilómetros de la meta.
Se fue en la subida, pero Van der Poel y alguno más lo atraparon en la bajada. Van der Poel aprovechó el trabajo previo de inspección. «Volví a explorar las bajadas de la Cipressa y Poggio, que son claves, por supuesto no a toda velocidad, porque entonces rápidamente te metes en problemas con el tráfico», decía en la previa. La carrera se había presentado como una disputa entre los dos, entre el campeón del mundo y el ganador de dos Tours. El neerlandés llegaba a San Remo sin haber competido todavía en carretera, aunque con un comienzo de temporada intenso en el ciclocross y con una concentración en altura con su equipo. «Si puedo ganar un monumento sin ritmo, es Milán-San Remo», advertía.
Atrapó a Pogacar en la bajada, pero no pudo cumplir con los pronósticos que hablaban de un duelo entre los dos. La carrera se decidió al esprint y en esos momentos finales de pelea en grupo, Van der Poel se convierte en un secundario dentro de su equipo al servicio del velocista, Jasper Philipsen. Un ciclista que ganó su primera etapa en una grande en la Vuelta a España en 2020 y que desde entonces no ha dejado de crecer.
Un esprínter tan fiable que hace Van der Poel no dude en ponerse a trabajar para él cuando llega el momento de los velocistas. Y eso hizo en los últimos kilómetros, ponerse a trabajar para que su compañero pudiera levantar los brazos en la meta. Cumplió Van der Poel y cumplió Philipsen ganando su primer monumento.
El belga se impuso a Matthews y a Pogacar, que no renunció a pelear por la victoria hasta que estuvo derrotado. La victoria fue para Philipsen, pero gran parte del mérits de ese triunfo es de Van der Poel. El fue el que atrapó a Pogacar en el descenso del Poggio, el que trabajó para el ganador en los últimos kilómetros y entre medias desbarató el intento de Mohoric, el mejor bajador del mundo, de marcharse en el descenso. Y todo eso vestido con el maillot arcoíris de campeón del mundo.
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