Crítica de cine
Descenso en tres dimensiones
«The Art of Flight» regresa a la pantalla con este sistema
Descensos de cumbres remotas, planos aéreos que te dejan clavado en la butaca, carreras que cortan la respiración y hazañas nunca antes vistas en una pantalla y que ahora nos llegan en forma de documental de la mano de Curtis Morgan con el añadido de las tres dimensiones. Los practicantes y seguidores del «snowboard» (el surf que se practica en la nieve y que se convirtió en modalidad olímpica en 1998) están de enhorabuena gracias al estreno de «The Art of Flight», que capta los retos y peligros a que se enfrentan quienes siguen este deporte extremo. La cinta llegó en el 2011 (en Madrid, la cita congregó a miles de seguidores para sorpresa de su director). La cordillera Darwin en Chile, la Sierra Tordillo de Alaska, las montañas Snake River en Wyoming, Aspen, los Andes y la cadena Kootenay en la Columbia Británica son algunos de los paisajes que reúne Morgan, para quien «poder mostrar la belleza de nuestro planeta y ver cómo el hombre es capaz de disfrutar de ella resulta extraodinario».
Dos años de rodaje
El rodaje duró dos años, del Himalaya a la Patagonia y con punto de destino en Canadá. La elite del «snowboard» está reunida en estas imágenes, con Travis Rice (considerado como el mejor «snowborder «del mundo y con una legión de seguidores similar a la de cualquier estrella de Hollywood) y Nicolas Muller, dos de sus más celebrados iconos, a la cabeza; también le acompañan John Jackson, Mark Landvik, Scotty Lago, Mark McMorris, Jake Blauvelt, Pat Moore y Jeremy Jones. Todo ellos, acostumbrados a las emociones fuertes,vieron cómo su adrenalina se disparaba. ¿Lo peor? Riesgos aparte, soportar las bajísimas temperaturas en los picos más altos del globo. ¿Lo mejor? Poder acceder a esos lugares, los denominados techos del mundo. Diez cámaras filmaron más de 2.600 horas, todo un reto para Hanson.
Pasión pura
Curt Morgan nació en Wyoming, pasa de los treinta. Desde muy joven le interesó la práctica del deporte, pero se decantó por el snowboard, al que decidió entregar tiempo y pasión. Varias roturas de espalda le dejaron sentado en el banquillo; sin embargo, no se resistió a filmar las experiencias de otros, de los más grandes. Fundó la Brain Farm (Granja de cerebros) y trabaja con los sistemas de captura de imágenes más avanzados del mundo. Su multipremiado documental «That's it, That's all», también sobre el deporte del surf en la nieve, le ha convertido en un director de renombre (ya ha rodado seis filmes) en la filmación de cintas de alto riesgo.
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