Jubilación

Las pensiones de los «baby boomers», en manos de 10 millones de inmigrantes

El 31,5% de la población tendrá más de 65 años en 2050 y hoy apenas nace un niño por mujer

La brecha de las pensiones es mucho más que eso. Tiremos de imaginación y de astronomía porque a veces en las estrellas está el futuro. En lugar de imaginar las pensiones como aquel donut amarillo que hace dos años supuso la primera imagen de un agujero negro, un cuerpo aislado en mitad del universo, los problemas que acumula la Seguridad Social se asemejan más a un agujero de gusano: un portal de corta duración, que dura solo un breve momento, y que une dos agujeros negros en diferentes lugares. En este caso los agujeros son, por un lado, los pensionistas y, por el otro, los cotizantes que tienen que pagar con su trabajo esas prestaciones. Durante la mayor parte del tiempo ambos conceptos están ligados sin mayores contratiempos hasta que el portal que los une se rompe. Entonces, la brecha los aísla por completo y surge el caos.

Pero no estamos flotando en mitad del universo sino en la Tierra, donde todo es más predecible. Y, por fortuna, sabemos cuándo los cotizantes y pensionistas dejarán de alimentarse: entre 2030 y bien entrado 2050. Entonces, todas las variables demográficas estallarán a la vez. Por un lado, la baja fecundidad, de las menores del mundo, se unirá a la creciente longevidad –buenas noticias– para culminar en una España avejentada que necesitará más recursos para pagar las pensiones de quienes hoy están soportando el creciente gasto de los actuales jubilados.

Poco importa que el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, se haya desdicho en 24 horas asegurando que no estuvo afortunado cuando aseguró que los «baby boomers», los nacidos entre finales de los 50 y los años 70 del pasado siglo, tendrán que trabajar más años (de los 67 en lo que quedará fijada la edad de jubilación en 2027) o ver recortada su pensión inicial, porque a estas alturas casi toda España sabe que habrá que apretarse el cinturón del gasto en pensiones muy pronto. Cuanto antes, mejor.

Es una mera cuestión matemática. Cuando nacieron los sistemas de pensiones, a principios del pasado siglo, la esperanza de vida al nacer era de 52 años y solo el 45% de cada generación llegaba a los 65 años, la edad en la que todos los sistemas fijaron el retiro. Ese 45% apenas vivía once años más de media.

En 1970, la esperanza de vida era de 73 años y el 70% de las personas alcanzaban los 65 años. Quienes se jubilaban, además, vivían 15 años más de media. En pleno envejecimiento, los países desarrollados abrazaron las políticas de prejubilación. Con España como alumna aventajada.

Hoy, el 90% de cada cohorte cumple los 65 años con 21,6 años de media por delante cobrando una nómina de jubilación. Solo Francia nos supera, aunque allí la tasa de fecundidad (1,88 hijos por mujer) casi da para mantener estable la población.

En 2050, cuando el sistema colapse si no lo remedia un vuelco demográfico, cada jubilados de 65 años tendrá 24 años más por delante para disfrutar de su retiro.

El envejecimiento es un hecho: en 1960 solo había un 8% de la población con más de 65 años, hoy ese porcentaje es del 23% y en 2050 será del 31,5%, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística. Un 11,6% serán octogenarios.

La pirámide poblacional engorda en los tramos de jubilación porque en España nacen menos de la mitad de niños que durante el «baby boom». No hay suficientes cohortes para cubrir las jubilaciones. Cuando se creó el sistema de pensiones en España la tasa de fecundidad superaba los tres hijos por mujer. En los 60, se recuperó esa cifra y hasta finales de los 70 cada mujer tenía de media 2,5 hijos. Hoy, la tasa de fecundidad es de 1,23 hijos, una de las más bajas del mundo.

Esa cifra es casi la mitad de la tasa de reemplazo necesaria en los países desarrollados (2,1 hijos por mujer) para mantener estable la población en ausencia de inmigración. Además, las mujeres no solo tienen menos hijos sino menos margen, pues la edad media a la que se tiene el primer hijo ha pasado de 25,3 años en 1975 a los 31,1 años de 2019, como recuerda un reciente informe sobre pensiones de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). Lo más preocupante, según las conclusiones de ese documento, es que las mujeres españolas no solo no disponen de las condiciones más favorables para tener más hijos sino que realmente no desean tener muchos más. La preferencia sobre el número de hijos se mantiene desde hace décadas anclada en apenas dos hijos. Un 23% de las mujeres nacidas entre 1970 y 1971 no tiene hijos en España. En la generación de sus madres solo un 12% de las mujeres no tenían hijos.

La mayoría de las mujeres que no tiene hijos aduce no tener pareja estable o los problemas económicos o laborales que generaría la crianza. Pero un 22% directamente no quiere ser madre o no quiere ver reducida su libertad personal, según la encuesta de fecundidad de 2018.

Ni siquiera la tasa de fecundidad de las mujeres inmigrantes ha logrado mejorar la situación. Pese a que entre 2000 y 2008 España fue uno de los países del mundo con más llegada de inmigración, pasando de un 2,3% de población extranjera a un 13,5% con un saldo neto anual de 600.000 inmigrantes, el primer empujón en la natalidad se ha quedado en nada. De los 365.000 niños nacidos en 1998 se pasó en diez años a 520.000 natalicios. Pero la crisis económica devolvió a España a su realidad anterior. En 2019, se anotaron 360.000 nacimientos. La pandemia ha agravado dramáticamente la situación, dejando la tasa de fecundidad en poco más de un hijo por mujer.

Ante esta situación, mientras no se logre aumentar a marchas forzadas la natalidad, solo cabe una tabla a la que agarrarse: la inmigración.

En esto coinciden todos los expertos. La AIReF, el Banco de España y hasta el ministro Escrivá, quien ha pronosticado la llegada de millones y millones de inmigrantes para pagar las pensiones del «baby boom». ¿Pero, cuántos inmigrantes necesitará España? Hace algo más de un año, Escrivá afirmó que España necesita una media de 270.000 inmigrantes anuales hasta 2050. Unos ocho millones netos, para pagar las pensiones. Su antecesora en la Seguridad Social, Magdalena Valerio, apuntaba a 250.000 cada año. Hoy el casi el 15% de la población española ha nacido en el extranjero. Y harán falta más. La AIReF estimaba unos diez millones el flujo de extranjeros necesario para pagar las pensiones. ¿Será suficiente? Fedea cree que aún así harán falta medidas correctoras para asegurar la sostenibilidad del sistema. Y eso pese a que los inmigrantes aportan mucho más a la Seguridad de lo que reciben. Su juventud hace que casi el 10% de los ingresos de la Seguridad Social procedan de su trabajo. Por contra, solo perciben el 0,9% del gasto en pensiones, según un informe de UGT.