Opinión

El corazón partido del dragón rojo

Si el Dragón Rojo se resfría y estornuda, el resto del mundo tiene un elevado riesgo de sufrir una neumonía para la que no está vacunado

La crisis de Evergrande marca la situación de la economía china
La crisis de Evergrande marca la situación de la economía chinaALEX PLAVEVSKIAgencia EFE

El corazón del mundo late cada vez con menos pulsaciones, un mundo que se mueve al ritmo que le marca ese corazón que late desde China, la gran fábrica global a la que le está bajando la tensión mientras se debilita el pulso de un país que parece entrar en estado de somnolencia, en especial a la vista de que las constantes vitales de su economía muestran una fuerte desaceleración del crecimiento del PIB desde el 7,9% en el segundo trimestre del año hasta el 4,9% en el tercero, una caída mucho mayor de la esperada.

A todo esto se añade un menor crecimiento intertrimestral, lo que evidencia un frenazo en toda regla, de los que deja huella en el asfalto de los mercados y en el resto de las principales economías del mundo. Unas cifras ciertamente preocupantes para un país que está acostumbrado a crecer a una velocidad de casi dos dígitos y que debe acometer profundas y dolorosas reformas estructurales para despejar las incertidumbres que se avistan en el horizonte, y así poner coto a una caída a largo plazo de la economía para que pueda levantar de nuevo el vuelo.

Y a pesar de que la demanda interna china muestra buenas constantes vitales, algunos de sus principales órganos, como son la producción industrial y la construcción, dan síntomas de debilidad por razones de diversa índole, entre las que se encuentran las restricciones energéticas derivadas por la regulación sobre el precio máximo de la electricidad, junto a la mayor sensibilización para reducir la huella de carbono, en un país donde la generación energética es muy dependiente de un carbón del que hay elevada escasez y que está obligando al Gobierno a racionar el consumo energético de las empresas.

Esto implica la paralización de una buena parte del tejido productivo chino, lo que contribuye a enquistar aún más los maltrechos cuellos de botella en la cadena de suministro mundial, avivando al fantasma de la inflación de costes. Una crisis energética que va tomando forma y que está disparando los futuros del gas y del carbón, tan necesarios para las calderas del mundo –que están en China–, podría representar un serio problema de desabastecimiento mundial, en una economía altamente globalizada , en la que los productos que llegan al consumidor final dependen de múltiples componentes que, de forma directa o indirecta, llegan desde el gigante asiático y donde el consumo es la principal palanca de estímulo al crecimiento económico y a la recuperación tras la pandemia.

Si a ello sumamos la crisis hipotecaria alimentada por Evergrande –que impacta de lleno en el sector de la construcción, uno de los motores de la economía china– y el incremento de la tasa de paro juvenil, podemos anticipar los oscuros nubarrones que se ciernen sobre la economía del gigante asiático y del resto del planeta.

Esta situación, no sólo amenaza a las bolsas mundiales, sino que pone en jaque la recuperación económica de los países más avanzados ante una oferta incapaz de cubrir la demanda, poniendo a prueba la capacidad para crecer de forma sostenida sin que se disparen las alarmas de la inflación, ya que se vislumbran pequeños atisbos de la temida estanflación mientras que los bancos centrales se encuentran atados de pies y manos.

Si el Dragón Rojo se resfría y estornuda, el resto del mundo tiene un elevado riesgo de sufrir una neumonía para la que no está vacunado, al menos con la pauta completa, pues nos coge con unos bancos centrales con el paso cambiado, a medio camino del proceso de retirada de estímulos, lo que podría obligar a tener que guardar cama con paños fríos y buenas dosis de antibióticos para estimular las defensas monetarias sin que suba la fiebre de los precios, otro de los grandes peligros de la recuperación global.

China tiene el corazón partido y si baja más el pulso, mucho me temo que lo que ahora vemos no sea más que la punta del iceberg bajo la que se esconden los fantasmas que inciden en la recuperación mundial, agitados por un gigante con pies de barro.