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Criptoyonquis: adictos a los bitcoins

Incapaces de desconectar, se levantan de la cama en mitad de la noche para mirar la cotización y ven el símbolo de la divisa hasta en el supermercado

Matt Danzico pasó el confinamiento obsesionado por las criptomonedas. Cuando cerraba los ojos, veía gráficos cayendo, como quien ve piezas de Tetris después de pasar horas enfrascado con el videojuego. En el supermercado, este periodista y diseñador creía divisar bitcoins por todas partes, en los paquetes de pasta y en el brillo de los tomates. Después de dos meses entregado en cuerpo y alma a la especulación, ganó «muchísimo dinero» y volvió a perderlo. Al final, se quedó igual que al principio pero con la sensación de que había rozado el desastre. En lugar de seguir en esa espiral destructiva, Danzico realizó una serie fotográfica para advertir de un peligro del que apenas comenzamos a ver la punta del iceberg.

Desde Nueva York, donde prepara un documental para BBC, explica a LA RAZÓN que «estaba totalmente enganchado, pasaba horas estudiando patrones, haciendo análisis y predicciones. Mi mente nunca se detenía, ni siquiera en la cama con mi mujer». Con la mente siempre en lo mismo, comenzó a darse cuenta de que no era el único: el vecino gritaba cada vez que Ethereum subía de valor y veía grupos de chicos en las calles de Barcelona con cara de angustia pegados a un gráfico cripto en la pantalla de su teléfono móvil.

El problema surge cuando el afectado se levanta en mitad de la noche para comprobar la cotización
El problema surge cuando el afectado se levanta en mitad de la noche para comprobar la cotizaciónLa Razón

Si él, que se define como un tipo equilibrado, que nunca fue adicto a nada y al que las apuestas «aburren terriblemente», cayó rendido, imagina que «habrá millones de personas atrapadas». «Se trata de un problema mental muy serio para el que el sistema sanitario no está preparado y del que, sorprendentemente, apenas nadie habla aún», continúa.

Lo cierto es que apenas hay estudios fiables. Matt Danzico cita uno realizado en Turquía según el cual el 2% de los que especulan con cripto han desarrollado la adicción. Si tenemos en cuenta que cerca de 225 millones personas en la actualidad están en este juego, según la plataforma Crypto.com, habría más de cuatro millones de criptoyonquis.

El pasado uno de septiembre, los anuncios de casas de juego y apuestas online desaparecieron de nuestra vista. El nuevo real decreto que regula los juegos de azar solo los permite entre la una y las cinco de la madrugada y está prohibido cualquier patrocinio. En las redes sociales tampoco son bienvenidos; solo pueden ver su publicidad quienes sean seguidores de la página en cuestión. Esta medida para proteger a los jóvenes de la ludopatía, que fue muy bien acogida por especialistas en el trastorno de adicciones, se dejó un fleco: el enganche a las bitcoins.

Consuelo Tomás, directora del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones no Tóxicas, asegura que en España «muchos chavales con problemas con el juego acaban metidos en las criptomonedas. Buscan dinero rápido y fácil. Conozco algunos que han pedido préstamos para poder entrar y han terminado endeudados». En declaraciones a este periódico, señala que algunas empresas «regalan bonos para captarlos, como un cebo». La enorme volatilidad de estas monedas favorece un enganche que se produce, como en las apuestas, por el alto grado de incertidumbre e impredictibilidad con el que se comportan. El caldo de cultivo perfecto para que la adrenalina se intensifique.

Para los profanos en la materia, este tipo de adicción puede resultar difícil de comprender. Les ocurre incluso a los propios afectados. Consuelo Tomás asegura que a su consulta se acercan personas que ni siquiera saben lo que les ocurre: «Traté un par de casos de ex ludópatas que habían terminado acercándose a las criptomonedas, cambiaron una adicción por otra que, supuestamente, está mejor vista. Cuando alguien invierte en Bolsa o en criptos se le supone un cierto estatus, da un caché distinto al del jugador del casino».

Criptomonedas
CriptomonedasTania Nieto

El problema surge cuando el afectado no puede dejar de mirar la fluctuación ni en la ducha. Cuando se levanta en mitad de la noche para comprobar la cotización y se produce una pérdida total de control del tiempo y, a la larga, del dinero. «No son capaces de desconectar. Del último año para acá hemos visto un aumento de casos, tanto en jóvenes como en adultos, hombres en su mayoría. Algunos tienen formación financiera, otros están estudiando Administración de Empresas. Creen que sus conocimientos les garantizan la ganancia y desprecian el factor del azar».

La terapia que se aplica no difiere de la indicada para otras adicciones a sustancias no tóxicas. También comparte con ellas el consiguiente síndrome de abstinencia: el paciente se muestra ansioso, irritable y con un desajuste emocional y físico que irá desapareciendo con el tiempo. En las últimas semanas, hasta tres pacientes obsesionados con los bitcoins han entrado en la consulta de esta psicóloga.

Según el psiquiatra del Hospital 12 de Octubre José Ramón López Trabada, «no sería necesario un tratamiento específico para este tipo de adicción, valdría con hacer pequeñas adaptaciones al que se administra para la ludopatía». Asegura que en su servicio no ha tratado a personas enganchadas solo a las criptodivisas, aunque cada vez es más frecuente ver a «pacientes con ludopatías clásicas que especulan para obtener dinero de una manera rápida con el que seguir jugando».

Fuera de nuestro país la situación es similar. El carácter global del bitcoin, el ethereum o cualquier otra divisa hace que el trastorno no diferencie entre nacionalidades. El único centro específico para desengancharse en toda Europa está en Escocia. La clínica Castle Craig, instalada en un antiguo castillo, la trata como un enganche al juego. Según anuncia en su página web, uno de cada diez brokers en Estados Unidos es incapaz de sujetarse: «A veces tienen suerte y ganan. Muy a menudo, pierden, y, en ocasiones, la pérdida es muy cuantiosa. Esto les hace continuar en un círculo vicioso, lo que se llama la ‘’venganza del corredor’', que no es otra cosa que seguir en el juego para tratar de recuperar lo perdido. Es una receta para el desastre completo».

Esta epidemia moderna resulta especialmente contagiosa porque se accede a través del teléfono móvil, desde cualquier lugar del mundo. Además, las redes sociales y las plataformas de vídeos están repletas de tutoriales en los que (autodenominados) expertos de toda condición explican el secreto de su éxito. Se presenta como una actividad excitante además de lucrativa, algo moderno, muy alejado del ambiente decadente de bingos y salas de juego. Si a esto unimos el aburrimiento y el vacío existencial de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, a causa de la pandemia, tendremos la tormenta perfecta.