Apagón nuclear
El Gobierno da 18 meses para planificar el cierre de las centrales nucleares
Las eléctricas propietarias deberán presentarlo al Consejo de Seguridad Nuclear
Las sociedades propietarias de los siete reactores operativos en España (en las que participan agrupadas o como socios mayoritarios Iberdrola, Endesa, Naturgy y EDP) deberán presentar en 18 meses un plan de desmantelamiento al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN).
La normativa determina que la responsabilidad de planificar y realizar el desmantelamiento de las centrales nucleares recae sobre la Empresa Nacional de Residuos Radioactivos (Enresa), que debe ocuparse también de la gestión final del combustible nuclear gastado y de los residuos radiactivos generados.
La instrucción IS-45 establece las normas sobre el desmantelamiento de las instalaciones en fases tempranas de explotación. Enresa dispone de un fondo que se nutre de las aportaciones de las propias centrales para garantizar la viabilidad económica del desmantelamiento.
Pese a que cada vez son más los países que apuestan por la nuclear, los siete reactores operativos cerrarán en 2035 pese a que la nuclear lleva diez años consecutivos a la cabeza de la producción eléctrica en España, siendo responsable del 33% de la electricidad sin emisiones y con el 90% de las horas del año en funcionamiento. Bruselas ha pedido a a los países de la UE que inviertan medio billón de euros en nuevas centrales nucleares. Sin embargo, el Gobierno continua su cruzada contra la nuclear y ha rechazado que se considere, junto al gas natural, energía verde.
El CSN señala que, tras la retirada definitiva del servicio, es necesario eliminar progresivamente la radiactividad remanente que pueda permanecer en las zonas afectadas. Solo cuando los riesgos residuales de la central y de su antiguo emplazamiento se hayan eliminado por completo o a un mínimo aceptable se puede considerar que la central está “clausurada”.
El objetivo final del desmantelamiento de cualquier central nuclear es asegurar que los usos que puedan darse a su antiguo emplazamiento “no supongan riesgos radiológicos para la población o para el medio ambiente”.
En primer lugar hay que evacuar los elementos combustibles y demás fuentes radiactivas móviles, es decir, los combustibles nucleares irradiados gastados, donde queda la mayor parte de la radiactividad generada durante la operación de la central. Una pequeña parte de esta radiactividad producida ha podido “emigrar” a lo largo del tiempo contaminando distintas partes de la instalación.
Esta contaminación se debe a las pequeñas fugas a través de los “pinchazos” o pequeñas roturas de combustible que se pueden producir a lo largo de una operación normal de la central.
También son relevantes los fenómenos de activación neutrónica que han acompañado la producción de la energía eléctrica. Durante el funcionamiento del reactor nuclear se produce un flujo neutrónico que ha activado, en mayor o menor medida, grandes cantidades de materiales diversos, como son los denominados materiales “internos” del reactor, los propios circuitos de refrigeración del núcleo, el hormigón de blindaje y protección biológica, y hasta los generadores del vapor, si estos están situados cerca del reactor, señala el CSN.
Este fenómeno deja una contaminación radiactiva “embebida en el propio material” que ha resultado activado durante la operación de la central. El desmantelamiento y clausura de la central implica la retirada de todas estas estructuras.
En el cierre de las centrales nucleares hay que calibrar que se trabaja en un entorno de radiaciones ionizantes que hacen necesaria una protección radiológica de los trabajadores y el confinamiento de los productos manipulados y material residual generados: los aerosoles o polvos originados durante las propias tareas de desmontaje, demolición y segregación de materiales, y los fluidos generados durante las tareas de descontaminación. Estas restricciones o precauciones sólo pueden respetarse si existe una planificación y organización rigurosa de las actividades a llevar a cabo durante el desmantelamiento.
Por tanto, remarca el CSN, no puede confiarse a cualquier empresa convencional de demoliciones. Se trata de una actividad nuclear que ha de prepararse con una ingeniería especializada, y sobre todo, con operadores y supervisores perfectamente capacitados.
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