Alemania

La crisis energética y la subida de costes cierra empresas con las que no pudo ni la II Guerra Mundial

El coste de la factura obliga a cerrar a míticas fábricas alemanas como Hakle o Eschenbach. La situación es «crítica» en sectores como los fabricantes de papel, metal, la industria química o las panaderías

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Los elevados precios de gas y electricidad, unidos al aumento del precio del transporte y las materias primas han llevado a centenarias empresas alemanas a declararse insolventes. Otras han paralizado la producción hasta nuevo aviso. Ni II Guerra Mundial pudo con ellas. Hasta ahora. El gigante del papel higiénico Hakle, fundada en 1928, se declaraba el martes en procedimiento de insolvencia. Un par de días, la fábrica de porcelana Eschenbach de Turingia anunció que planeaba cerrar el negocio en diciembre después de 180 años. El director de la empresa, Rolf Frowein explicaba a la televisión pública ZDF su decisión: «El hecho es que para la energía, gas y electricidad, que necesitamos para fabricar la porcelana en un año tendríamos que pagar 5,5 millones de euros y eso es seis veces más de lo que pagamos en este momento». La única solución, apuntan desde la empresa, sería ahora que el Gobierno declarara precios máximos para la electricidad y el gas.

Ambas empresas no han perdido la esperanza de poder continuar con su negocio si reciben ayudas estatales para atravesar la complicada coyuntura. Sin embargo, estas no son las únicas firmas afectadas por la grave crisis. La cadena de zapaterías Görtz, que tiene 160 tiendas y 1.800 empleados en el país, y el fabricante de componentes automovilísticos Dr. Schneider, que emplea a 2.000 trabajadores, también han entrado esta semana en procedimiento de insolvencia.

La espiral de precios seguirá su curso, ya que en muchos casos las empresas tienen contratos con precios fijos que irán subiendo. De hecho, las empresas suministradoras de gas pueden transferir a los clientes el aumento de los precios en base a una ley llamada de seguridad energética, que trata con ello de evitar la quiebra de estas importantes empresas para el suministro.

A la carencia de gas se unen la inflación, la subida de tipos de interés unidos a la bajada de la demanda global empeoran la situación. «La economía alemana ha de prepararse para un largo y duro invierno», sentencian. La situación es «crítica» en sectores de la producción que necesitan grandes cantidades de energía, como los fabricantes de papel, metal, la industria química o las panaderías. La siderúrgica ArcelorMittal quiere cerrar temporalmente dos plantas de producción en Bremen y en Hamburgo. El fabricante de la disolución AdBlue ha parado la producción desde hace dos semanas. El producto es empleado para reducir las emisiones diésel y según la patronal del transporte «sin AdBlue no hay camiones y sin camiones no hay suministro», alertaba su jefe Dirk Engelhardt en el periódico amarillista Bild el miércoles con palabras muy drásticas, asegurando que el ministro de Economía del partido verde Robert Habeck «está conduciendo al país a estrellarse contra una pared».

Según fuentes empresariales, el problema de la producción afectaría de forma masiva también a las depuradoras, ya que la producción de agua fuerte se ha reducido y ésta es necesaria para fabricar los productos que limpian el agua antes de ser vertida a los ríos. También la carencia de CO2 está causando estragos en la industria alimentaria y de bebidas. Varios fabricantes de cervezas como Apolda o Aktienbrauerei Kaufbeuren han anunciado que tienen que paralizar la producción debido a la falta dicho gas, que, por otro lado, ya estaban pagando hasta un 20% más caro.

Las panaderías protestaron el jueves apagando las luces de sus negocios para llamar la atención sobre su situación, ya que en muchos casos los negocios, al igual que millones de familias, se ven confrontados con precios del gas hasta siete veces superiores a los que pagaban hasta ahora. Según un estudio de la confederación alemana Bdi, una de cada diez empresas se ha visto obligada ya a reducir o parar la producción y una de cada cuatro se plantea trasladar parte de la producción al extranjero.

Los sindicatos germanos han anunciado un «otoño caliente» de protestas. La presidenta de la confederación de sindicatos alemanes DGB, Yasmin Fahimi, ha alertado de graves consecuencias en el mercado laboral: «Existe la amenaza de un efecto dominó que podría llevar a la desindustrialización en Alemania. Eso sería un desastre», declaró al semanario Spiegel, a la vez que pedía más ayudas al Gobierno para aminorar la situación. La semana que viene tendrá lugar un encuentro de sindicatos, patronal y gobierno para negociar las posibles subidas de salario para hacer frente a la inflación.