Empleo
Fijos discontinuos de quita y pon
Estos contratos han pasado de ser residuales a despegar con la última reforma laboral: no trabajan gran parte del año, pero sí cobran el paro aunque no aparezcan en la estadística de parados
España terminó noviembre con 2.881.380 personas registradas como parados, según la estadística oficial que publica cada mes el Ministerio de Trabajo. Se trata, también oficialmente, de la cifra más baja para este mes desde 2007, hace 15 años. En cualquier caso, no hace falta ser Yolanda Díaz para darse cuenta de que nada tiene que ver la situación del aún boyante noviembre de 2007 -faltaba aún casi un año para que nos sepultase el tsunami de la crisis financiera- con la que vivimos -sufrimos- ahora. ¿Que podría ser peor? Sí, podría ser mucho peor. Esquivamos -de momento- la recesión y algunos indicadores, como la inflación, evolucionan mejor que los de nuestros vecinos europeos. También es verdad que cuando aquí llevábamos todo el verano con el IPC disparado más allá del 10%, ni en Alemania, Francia e Italia habían visto un sólo mes con los precios subiendo a doble dígito.
En el caso del empleo, dos señales de alarma deberían estar sonando en Moncloa, por mucho que se empeñen en hablar de “datos maravillosos”, “dinamismo”, “resiliencia” y otros calificativos “pijoprogres” modernos, de esos que no dan de comer. Por un lado, la creación de empleo está paralizada. Hay menos personas trabajando en España que las que había hace un mes: 155 para ser exactos. Un ejemplo “maravilloso” de “dinamismo” y “resiliencia”. Por otro lado, la bola de nieve de los llamados “fijos discontinuos” se va haciendo cada día más grande, avivando las denuncias de maquillaje y distorsión de unos datos del paro que nunca antes habían sido puestos en cuestión de esta manera.
Pero, ¿realmente se trata de una polémica desesperada y angustiosa”, como defienden desde el Gobierno? Argumentan que los fijos discontinuos han existido desde hace un cuarto de siglo en España y sin embargo nunca antes se había puesto en cuestión la veracidad de las cifras de desempleo. Y en esto llevan razón. Este tipo de contratos ya aparecían mencionados en el Estatuto de los Trabajadores de 1995. El problema es que durante esos 27 años, los fijos discontinuos han sido siempre una modalidad absolutamente residual, que en poco o nada podía afectar a la hora de valorar con precisión la buena salud del mercado laboral.
Y eso cambió radicalmente con la última reforma laboral de Díaz, que entró plenamente en vigor el pasado 31 de marzo. Desde entonces, los fijos discontinuos crecen a tasas disparatadas -un 526% en noviembre, por ejemplo-, tratando de reemplazar los contratos temporales por un contrato que también es temporal, aunque lleve aparejado un finiquito más generoso. Tan temporal como que ahora mismo hay cientos de miles de personas en España que no están trabajando, que están cobrando el paro, pero que la estadística dice que no son parados. Fijos discontinuos, los llaman. Fijos de quita y pon.
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