Comercio

Los acuerdos arancelarios de Trump demuestran que tenía razón con el comercio global

El mundo está mejor tras los acuerdos arancelarios, como prueban los pactos con Japón o Reino Unido. Ahora le toca a la Unión Europea

Economía-AMP.-Von der Leyen y Trump se reunirán el domingo en Escocia en la recta final de sus negociaciones comerciales
Economía-AMP.-Von der Leyen y Trump se reunirán el domingo en Escocia en la recta final de sus negociaciones comercialesEuropa Press

Tras los últimos acuerdos comerciales firmados por la Administración Trump se ha desmontado la ridícula narrativa de que los aranceles los pagan los consumidores estadounidenses.

Ese mantra se repetía por ignorar dos factores esenciales: el elevado nivel de sobrecapacidad de los productores exportadores y la complejidad y eficiencia de las cadenas de suministro globales.

Algunos análisis sesgados asumían, incorrectamente, que la transmisión de precios se generaba en una cadena de productor-comprador, cuando hay muchos más eslabones.

Los aranceles pueden ser criticados por muchas razones, pero es un error afirmar que causan inflación porque no suponen más unidades de moneda en el sistema ni mayor velocidad de dinero. Es más, si los exportadores globales se creyeran que los aranceles los asume el consumidor estadounidense no habrían entrado en pánico y negociado inmediatamente.

Trump tenía tres ases en la manga: el enorme nivel de sobrecapacidad de los exportadores globales, la falacia de que pueden sustituir al consumidor estadounidense por otro mercado y el conocimiento, como negociador, de que los países exportadores no tenían cartas con las que lanzar órdagos a Estados Unidos porque se enfrentaban a morir por capital circulante.

Todos sabían que sus superávits comerciales no son el fruto de la cooperación espontánea entre empresas libres sino el resultado de años de trabas a las empresas estadounidenses y barreras para elegir ganadores y perdedores.

Trump ha mostrado al mundo que en abril no vivíamos en un paraíso de libre comercio global y que el enorme déficit comercial de Estados Unidos no se debe a la cooperación libre entre empresas sino a la intromisión de estados proteccionistas que imponen gigantescas barreras comerciales a las empresas estadounidenses y locales y, a la vez, eximen de esas barreras a los países que les interesan políticamente.

Trump ha demostrado quiénes iban desnudos entre los líderes que se quejaron mucho por los anuncios de aranceles, pero luego se negaron a eliminar sus barreras comerciales.

La estrategia tenía todo el sentido: Amenazar con enormes aranceles sabiendo que no tenían cartas, forzar la negociación y equilibrar la balanza del comercio global. Si los países eliminaban sus barreras, se eliminaban los aranceles. Si no lo hacían, reconocían con ello que asumirían mayores aranceles. Negociación de libro donde el análisis sesgado asumía que Estados Unidos era la parte débil pero la administración Trump sabía que era lo contrario.

Muchos países han preferido unos aranceles superiores antes que eliminar sus barreras comerciales. ¿Por qué? Es sencillo. Muchos países prefieren mantener sus aranceles y barreras porque dan poder a su gobierno.

Lo más importante es que el mundo está mejor hoy tras las negociaciones.

La administración Trump ha alcanzado importantes acuerdos con potencias como Japón y países estratégicos de Asia, sentando las bases para un inminente pacto con la Unión Europea. El acuerdo histórico entre Estados Unidos y Japón es un ejemplo claro, tanto por su envergadura como por su simbología.

Los acuerdos con Reino Unido, Japón, Indonesia, Filipinas y otros países clave en el mundo exportador llevan a que la Unión Europea se de cuenta de la importancia de llegar a un acuerdo similar o quedar debilitada y con riesgo de que las cadenas de suministro se muevan a otros países.

Los productos japoneses tendrán un arancel del 15%, inferior al 25% amenazado, pero por encima del promedio previo de 10%. Aunque Japón se compromete a importar camiones, arroz y bienes agrícolas estadounidenses, flexibilizando su sistema de importación, prefiere mantener parte de sus barreras y por ello acepta aranceles del 15%. Japón canalizará $550,000 millones en inversiones en EE.UU., principalmente destinados a sectores como farmacia, semiconductores y extracción de minerales estratégicos. Todo ello implica un aumento muy positivo en empleo y exportaciones para ambos países.

A este acuerdo se suman los que se han cerrado con Emiratos, Arabia Saudí, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Reino Unido, todos ellos con aspectos importantes.

El aspecto más relevante es que estos acuerdos limitan la posibilidad de que China haga "origin washing" y canalice productos a través de Vietnam y otros países. Indonesia elimina el 99% de sus barreras arancelarias para exportaciones estadounidenses, desbloquea el acceso a minerales como el níquel y garantiza la apertura para bienes industriales y agrícolas. Filipinas acepta un arancel del 19% sobre productos filipinos mientras que los productos estadounidenses quedan exentos de aranceles.

En paralelo, Trump logró un acuerdo histórico con China que, ahora, tras el acuerdo con Vietnam, Japón y Filipinas, unido al acuerdo de Australia, hace más libre el comercio global y, sobre todo, más justo.

Tras cerrar el pacto con Japón, la atención mundial se centra en la Unión Europea.

La Unión Europea tenía el acuerdo más fácil de todos, porque solo tenía que hacer caso a las recomendaciones del informe de Draghi y eliminar sus barreras comerciales. Sin embargo, los negociadores de la Unión Europea han estado esperando, pensando que no se cerrarían acuerdos históricos como el de Reino Unido o Japón.

La Unión Europea no se puede permitir sabotear un acuerdo porque Japón o Reino Unido aprovecharían su posición para capturar cuota de mercado de las exportadoras europeas.

Según "Financial Times" y Bloomberg, se cerraría un acuerdo muy positivo para todos con un arancel base del 15%. Las empresas europeas que invierten y producen en Estados Unidos están exentas.

El modelo “arancel 15% con exclusiones sectoriales”, inspirado en el acuerdo alcanzado con Japón, parece el que prefieren los negociadores de la Unión Europea.

Es cierto que Estados Unidos ha logrado imponer sus condiciones en la mayoría de los frentes negociadores porque tenía todos los ases en la manga, pero no es menos cierto que todos los acuerdos son muy positivos para ambas partes, generando mayor inversión, crecimiento y un entorno comercial más realista. El acuerdo con la Unión Europea es el último gran reto y consolidaría una era de menores barreras al comercio y “aranceles medios” con una apertura sectorial muy positiva para todos.

Por mucho que les moleste a las personas que promueven la narrativa anti-Trump, estos acuerdos nos han recordado que no vivíamos en un mundo de libre comercio, que los aranceles y trabas comerciales eran la norma en el comercio global y que, ahora se acerca un entorno en el que las balanzas comerciales tendrán más que ver con la cooperación espontánea entre empresas y menos con las barreras del estatismo mundial.

El acuerdo de Estados Unidos con la Unión Europea demostrará que es bueno para todos, que las empresas europeas seguirán exportando y a la vez que la balanza se equilibra hacia un acuerdo más justo y eficiente para todos.