
Inflación
Argentina: el festín de los irresponsables
El Congreso nacional ha aprobado durante las últimas semanas diversos proyectos de ley que disparan el gasto público y aunque Milei los ha vetado, una mayoría cualificada podría abrir las compuertas del despilfarro

Apenas año y medio después de evitar una bancarrota hiperinflacionaria, Argentina vuelve a flirtear con el abismo. Milei logró, contra todo pronóstico, un superávit primario en su primer mes de gobierno: algo que ha conseguido mantener desde entonces. Se trata de un pequeño dique que contiene -por ahora- la insolvencia del Tesoro. Y, sin embargo, la vieja casta política ya afila los cuchillos para reventarlo.
Durante las últimas semanas, el Congreso nacional ha aprobado diversos proyectos de ley que disparan el gasto público. Milei los ha vetado, amparado en la Constitución. Pero el riesgo es que una mayoría cualificada del Legislativo supere el veto presidencial y abra de par en par las compuertas del despilfarro.
La joya de la corona del disparate ha sido la subida de las pensiones. El proyecto de ley decreta un 7,2% de incremento general y un aumento del bono compensatorio (una especie de paga extra) que pasa de 70.000 a 110.000 pesos, indexado a la inflación. Coste: 0,78% del PIB, según la propia Oficina Presupuestaria del Congreso. Recordemos: en 2024 el superávit primario fue del 1,8% y, tras pagar intereses, quedó en un raquítico 0,3%. Es decir, sola esta medida del Congreso volatiliza todo el superávit financiero y la mitad del primario.
Los promotores de este atraco presupuestario juran, empero, que lo financiarán sin déficit. Mentira. Los recortes reales o subidas de impuestos suman el 0,006% del PIB: migajas. El resto es humo contable. Se apoyan en ahorros inciertos -como una supuesta rebaja de intereses del FMI no reflejada en el presupuesto- o en saquear partidas de “reservas” destinadas a contingencias, que siempre acaban gastándose y que, por tanto, habría que volverlas a dotar. Usarlas para pensiones no es ahorro: es pan para hoy y déficit para mañana.
En el mejor escenario, esta tropelía reduce el superávit; en el peor, lo revienta y devuelve a Argentina a la dependencia de la emisión monetaria, reactivando la inflación. Esto no es socialdemocracia responsable -que, al menos, equilibra gasto e ingresos-; es populismo fiscal puro: gastar lo que no se tiene y que la factura la paguen todos vía inflación.
Milei ha demostrado que se pueden sanear las cuentas públicas en un país adicto al déficit. Pero los mismos políticos que hundieron al país ven ahora un (modesto) superávit y sólo son capaces de pensar en cómo gastarlo, no en cómo consolidarlo. No pueden contenerse. Les basta un mes para destruir un ajuste que costó un año y medio conseguir.
Argentina no puede sobrevivir con esta casta devoradora al mando. Si en octubre los votantes no les pasan factura, el país volverá a su deporte nacional: gastar sin freno y culpar a la inflación como si fuera un fenómeno meteorológico.
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