Valladolid

Banquero de banqueros

La Razón
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Santander 1934, Madrid 2014, 79 años de edad, en pleno ejercicio de sus funciones y de sus facultades como líder bancario de España, la brillante cabeza de la tercera generación de la estirpe de banqueros cántabros, ha muerto de un infarto de miocardio. Su abuelo fue el fundador del Banco Santander en 1857, su padre lo convirtió en uno de los cinco grandes de España, y el hoy extinto tercer presidente de la entidad, lo expandió hasta transformarlo en una de los «Top 10» del ranking mundial.

Internacionalización

Licenciado en Derecho en Valladolid y economista por Deusto, Emilio Botín ingresó en el banco paterno en 1968, para llegar a la presidencia en la década de los 80. Momento a partir del cual consiguió internacionalizar la entidad con relaciones muy significativas establecidas con el Royal Bank of Scotland, el Commerzbank de Alemania, la Société Générale de Francia, habiendo promovido sobre todo la difusión de su corporación bancaria en toda Iberoamérica y Estados Unidos.

La crisis económica que se desató en 2008 no afectó en nada esencial al Banco Santander, ya para entonces muy internacionalizado, representando el mercado español sólo un 20% del total de su negocio. Por eso mismo, no hubo de solicitar nunca ayudas oficiales, ni participó en el rescate bancario de 2012.

Emilio Botín pertenece ya a la estirpe histórica de banqueros como Juan Lladó en la banca industrial con el Urquijo, Aguirre Gonzalo en el Banesto de los mejores tiempos, y Alfonso Escámez, que desde su puesto de botones llegó a la presidencia del Banco Central.

Gran capacidad de trabajo, disponiendo siempre de buenos asesores, sin embargo en toda ocasión parecía como si la imaginación creadora de su empresa le perteneciera por entero. Supo manejar la banca de depósito, las intervenciones financieras en la industria cuando eran más atractivas, el «trading» y la dinámica de toma de posiciones en toda clase de emprendimientos financieros, en no importa qué lugar del mundo, incluida China. Fue así como creó el imperio bancario que ahora habrán de gestionar sus herederos.

En el marco de luces y sombras que caracteriza a cualquier capitán de empresas, Botín se enfrentó y resolvió satisfactoriamente diversos asuntos polémicos, como el caso de las cesiones de crédito, algunas diferencias a resolver con el fisco y la investigación que se produjo, sin mayores consecuencias, por la operación que le permitió la absorción del Banesto, cuando el Gobierno y el Banco de España decidieron su intervención en los tiempos de Mario Conde, con todo un trasfondo político insuficientemente esclarecido.

Emilio Botín fue un caso claro de cómo desde el poder económico puede influirse en el político, y cómo ese poder significa un marco en el que han de insertarse muchas acciones empresariales. Nunca se llevó mal con ningún presidente de Gobierno, ni con los dos Reyes de nuestra historia constitucional desde 1975, ya fueran Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y, ahora, Mariano Rajoy.

En todo caso, el Banco Santander seguirá siendo, sin duda, una de las grandes empresas con base en España, dentro del Ibex 35 y con un peso internacional de primer orden. Y podemos estar seguros de que su sucesión, desde la propia cantera familiar en la persona de su hija Ana Patricia, habrá de asumir la difícil tarea de gobernar un conglomerado financiero de tan notables magnitudes. Para lo cual, ya dispone de una experiencia más que significativa, que incluye su trabajo en el área muy compleja de la actividad bancaria en Inglaterra, en las proximidades de la City londinense, que sigue siendo el corazón de las finanzas europeas aunque Gran Bretaña no esté en el euro.

Su familia, clave

El entorno familiar ha significado mucho para Emilio Botín, en el que destaca la labor ingente de su esposa, Paloma O'Shea, como mecenas de la música española y de la mejor ejecutoria pianística internacional. Descanse en paz el banquero español más internacional, cuando el gran edificio de la Fundación Santander ya está erigiéndose en las orillas de la ciudad que le vio nacer.