Bill Gates

Bill Gates, genio multimillonario, explica el momento en el que encontró su propósito: "Pero todavía queda un largo camino por delante"

Bill Gates, la mente detrás de Microsoft, encontró en la filantropía un nuevo camino, un giro que empezó a fraguarse en una reveladora conversación de hace dos décadas

Bill Gates es el fundador de Microsoft
Bill Gates es el fundador de MicrosoftDifoosion

La trayectoria de Bill Gates, cofundador de Microsoft, experimentó un cambio a principios de los 2000. Tras el ascenso de su compañía y el litigio antimonopolio, Gates se apartó de la primera línea ejecutiva en 2000 para dedicarse al desarrollo de software, su faceta preferida.

A la vez, la visión del mundo de Gates y su esposa, Melinda, se amplió. Su compromiso con la fundación se hizo más patente, centrándose en la educación en Estados Unidos y, notablemente, en investigación de fármacos y vacunas para enfermedades en países con menos recursos. Por primera vez, Gates leyó obras ajenas a Microsoft, sobre el sistema inmunitario o la malaria, con la misma avidez que dedicaba a la programación.

Fruto de este creciente compromiso, Bill y Melinda Gates transfirieron 20.000 millones de dólares en acciones de Microsoft a su fundación, la donación más grande de su tipo a nivel global. Al año siguiente, Gates viajó a la India para la fundación, administrando dosis de la vacuna contra la polio a bebés. Melinda, por su parte, viajó a Tailandia e India para estudiar las estrategias contra el SIDA.

El discurso que marcó un punto de inflexión

El otoño de 2001 fue un momento clave. Warren Buffett, amigo de la pareja, invitó a Bill Gates a Virginia Occidental para compartir sus aprendizajes con líderes empresariales. Gates, que no era orador nato, sabía proyectar la visión de Microsoft, pero le costaba generar el mismo interés al hablar de salud global, campo que muchos veían irremediablemente complejo.

Gates estaba nervioso. La negociación antimonopolio le había impedido preparar el discurso, solo anotó ideas. Su gran revelación llegó a mediados de los noventa: el sufrimiento en países pobres se debía a problemas de salud que el mundo desarrollado ya no abordaba, lo que les indignó.

Entonces, tres millones de niños fallecían anualmente por estas desigualdades. No por enfermedades descontroladas, sino por afecciones tratables. Diarrea y neumonía, por ejemplo, causaban la mitad de las muertes infantiles. Muchas vidas se salvarían con medicinas y vacunas existentes, pero faltaban incentivos y sistemas de distribución adecuados, y nuevas invenciones.

La filosofía de su filantropía, según Gates, seguía el principio de Microsoft: la innovación incesante. Una vacuna erradica un virus, un inodoro previene enfermedades. Las inversiones en ciencia y tecnología pueden salvar millones de vidas infantiles y permitirles una existencia saludable y productiva, lo que supondría el mayor retorno de inversión en investigación y desarrollo de la historia.

Mientras Gates hablaba, los enredos legales de la noche anterior se desvanecieron, se sintió lleno de energía. Explicó que, al entusiasmarle una idea, su cuerpo se mueve como un metrónomo para su cerebro. Por primera vez, hechos, cifras y análisis se unieron en un relato inspirador. Dejó clara la lógica de su filantropía y su optimismo sobre un mundo más equitativo logrado con recursos, tecnología, descubrimientos científicos y voluntad política.

La reacción del público, con asentimientos, risas y preguntas, confirmó el impacto del mensaje. Al terminar, Warren Buffett se le acercó sonriendo: "Asombroso, Bill", le dijo, "lo que has dicho ha sido asombroso, y tu energía en este trabajo es asombrosa". Gates sonrió, impresionado por los tres "asombroso". La confianza que encontró aquel día le impulsó a asumir un papel más público en los asuntos de salud global. Esto le llevaría a un retiro temprano de Microsoft, casi una década antes, para dedicarse por completo a esta nueva visión.