Crisis

China: una «trampa» de clase media en la segunda mayor economía del mundo

El riesgo se convierte en lema económico en China, mientras las empresas sufren la crisis bajo la estricta vigilancia de Pekín

Residents past near an office and retail district with a screen showing the Chinese national flag in Beijing.
El Gobierno chino ha advertido a las empresas estatales que controlen sus finanzas. En la imagen, las calles de PekínNg Han GuanAgencia AP

El hecho de que Moody’s haya rebajado recientemente su perspectiva sobre China a «negativa» ha intensificado la lucha de Pekín por reforzar la confianza de los mercados, por considerarlo una seria advertencia. Como consecuencia de esta decisión, el Ejecutivo chino se ha visto obligado a imponer medidas contundentes para apuntalar el mercado bursátil y estabilizar el yuan.

La agencia de calificación crediticia señaló el debilitamiento de las perspectivas de crecimiento, lo que se suma a la preocupación global por el fin del milagro económico chino, y que podría dejar a la segunda economía mundial atrapada en una trampa de renta media. Estos recelos han llevado a establecer comparaciones con los síntomas macroeconómicos similares de Japón antes de sus «décadas perdidas» de estancamiento. Con todo, Moody’s cree que la nación asiática goza de los recursos financieros e institucionales suficientes como para «gestionar una transición de manera ordenada», y que su gran tamaño supone una protección de cara a absorber los riesgos.

El país se recupera aún de la pandemia, ya que se ha visto lastrado por la débil confianza de los consumidores y las empresas, la persistente espiral de la crisis inmobiliaria, la cifra récord de desempleo juvenil y una desaceleración mundial que está frenando la demanda de productos del país. Unos problemas que han obligado a los gobiernos central y locales a intervenir con más apoyo financiero.

Mientras tanto, los inversores chinos miran cada vez más al extranjero y adquieren propiedades en otros lugares de Asia, como Japón y Tailandia. Además, los problemas de este mercado han provocado a su vez la venta de acciones chinas por parte de fondos extranjeros.

Moody’s hizo mención específica a las autoridades locales endeudadas, que siguen representando un riesgo importante para la economía y es algo sobre lo que Pekín ya ha mostrado su preocupación. Tras años de sobreinversión, han sufrido unos costes desorbitados a causa de la pandemia y ahora tienen que hacer frente a una caída de su principal fuente de ingresos, los procedentes de la venta de terrenos.

El agotamiento de la capacidad crediticia de los gobiernos regionales no sólo ha desbordado la creciente demanda de gasto en seguridad social, sino que también ha minado la salud financiera y la confianza de los hogares chinos. Esto llevó a las autoridades a presentar en octubre un plan para emitir 1 billón de yuanes de bonos soberanos de aquí a finales de año para ayudar a reactivar la actividad. Pekín también ha aumentado su objetivo de déficit para 2023 al 3,8% del PIB desde el 3% inicial.

[[H3:El «ladrillo» se lleva un tercio del PIB chino]]

El aspecto más pesimista de las perspectivas económicas chinas sigue siendo el sector inmobiliario, cuyo porcentaje del PIB se llegó a estimar, sumando factores indirectos, en casi un tercio. Sus problemas se deben a una campaña contra el endeudamiento excesivo iniciada hace tres años, que acabó provocando el impago de deudas de promotoras colosales como Evergrande y Country Garden. Se dice que esta última, responsable de millones de viviendas inacabadas, podría recibir en algún momento ayudas públicas, mientras que Evergrande ha recibido un aplazamiento de la vista judicial sobre una petición de liquidación hasta el 29 de enero, lo que daría al asediado promotor tiempo para ultimar un renovado plan de reestructuración de su deuda.

A pesar de sus crecientes niveles de endeudamiento y de que la excesiva dependencia del sector inmobiliario forma parte del debate económico desde hace tiempo, la voz de la agencia de calificación tuvo tal impacto, como para renovar una venta masiva de activos chinos y provocar la actuación de los bancos estatales en los mercados.

Por todo ello, Pekín ya puso en marcha una serie de medidas -entre ellas la emisión de 1 billón de yuanes en deuda pública y recortes de los tipos de interés- para combatir estos problemas, pero los esfuerzos por atraer la inversión extranjera siguen viéndose dificultados por la tremenda incertidumbre y las persistentes tensiones geopolíticas, en particular con Estados Unidos.

Así pues, el Banco Popular de China reforzó el yuan frente al dólar el miércoles, tras múltiples informes que apuntaban a que los bancos estatales chinos habían estado reforzando la divisa entre bastidores, en medio de la preocupación por el debilitamiento de la moneda tras la rebaja de perspectivas.

Por su parte, el organismo de vigilancia de los activos estatales chino ha identificado cuatro áreas dentro de las empresas gestionadas por el gobierno central que deberían ser objeto de un seguimiento minucioso: las sociedades fiduciarias, las filiales financieras, los fondos de capital riesgo y el crédito comercial, lo que apunta a una tendencia al control del riesgo que se extiende por toda la economía del país.

En respuesta a la decisión de Moody's, el ministro de Hacienda aseguró que la economía crecerá y que los riesgos asociados al sector inmobiliario y a la deuda local son manejables. Los medios de comunicación estatales reaccionaron citando a expertos, que criticaron a la agencia por “adoptar una visión miope” de su recuperación económica, y por “sobrestimar las cifras de deuda”. Los economistas chinos indicaron que, a juzgar por numerosos factores que van desde la velocidad de crecimiento hasta los niveles de deuda, pasando por la solidez institucional y de gobernanza, su economía sigue siendo una de las más saneadas y de rápido crecimiento entre las grandes, y la que más contribuye al crecimiento mundial.

Algunos observadores han señalado que Xi Jinping está mostrando un especial interés por las finanzas, con una inusual visita al banco central del país a finales de octubre y un viaje a la bolsa de valores de Shanghái como parte de una gira de inspección.

Los "Cuatro Grandes"

Los principales actores financieros de China -incluidas las grandes aseguradoras, las sociedades de inversión y los "Cuatro Grandes" bancos estatales- cuentan con Central Huijin, filial del fondo soberano China Investment Corp, como accionista mayoritario o de control, mientras que muchos bancos nacionales por acciones o prestamistas regionales están controlados por gobiernos de distintos niveles.

El valor añadido de la industria financiera china representó el 8% del producto interior bruto nacional el año pasado, por encima de la media del 4,9% de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y acercándose al nivel de Estados Unidos y el Reino Unido, según recoge el rotativo South China Morning Post.

Algunos bancos estatales del país, como el Banco Industrial y Comercial de China, han entrado en el top 10 mundial en términos de ingresos. Además, cinco de ellos están incluidos en la lista de bancos de importancia sistémica mundiales designados por el Banco de Pagos Internacionales.

Las empresas centrales también ejercen un control y una supervisión reglamentaria significativos sobre los principales bancos, que están lidiando con préstamos dudosos y márgenes de interés neto mínimos históricos, al tiempo que siguen funcionando como salvavidas para los promotores inmobiliarios al borde del impago o el colapso.