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Macroeconomía

Corea del Sur reinventa su milagro económico

La «ola coreana» y las industrias que emanan de ella, como la cosmética y la tecnológica, mantienen a la economía surcoreana entre las 12 mejores del mundo

Corea del Sur reinventa su milagro económico
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El progreso económico de Corea del Sur se describe a menudo como un milagro. Los indicadores macroeconómicos acompañan los éxitos de este pequeño país asiático que comparte frontera y conflicto con el reino ermitaño: Corea del Norte. Corea del Sur pasó de ser uno de los países más pobres del mundo al terminar la guerra civil entre el norte y el sur en 1953 (y la anterior invasión del Ejército Imperial japonés hasta la II G M) a estar hoy en el exclusivo club de las potencias del G20. De hecho, por volumen de PIB la surcoreana es la economía número 12 del mundo. En las calles de Seúl, su capital, se percibe esa enorme masa de clase media con los cafés y las zonas de compras llenos hasta la bandera.

Es muy sorprendente cómo Corea del Sur, que cuenta con una extensión cinco veces menor a la española y 51 millones de habitantes, ha logrado colocarse en la mayoría de ranking económicos. De acuerdo con Kyle Ferrier, director de Asuntos Académicos e Investigativos en el Instituto Económico Coreano de América (KEI), «el rápido crecimiento de la economía surcoreana en la segunda mitad del siglo XX se debió principalmente a los profundos lazos entre el Gobierno y las corporaciones multinacionales familiares conocidas como «chaebol». Según Ferrier, ante este sistema de conglomerados empresariales, «el Gobierno ayudó a dirigir la producción de los ‘‘chaebols’’ y generó un ambiente para fomentar el desarrollo de la industria doméstica a través de medidas como préstamos bancarios respaldados por el Gobierno o la disuasión de la competencia extranjera». El director de Asuntos Académicos e Investigativos de KEI reconoce que hubo un punto de inflexión. «Este sistema cambió fundamentalmente con las reformas estructurales relacionadas con el préstamo del FMI a Corea del Sur en 1997. Y es que el FMI lo consideraba un culpable clave para la economía del país en plenas dificultades durante la crisis financiera asiática». En cuanto a los retos estructurales a los que se enfrenta hoy la economía surcoreana, Ferrier insiste en que radican tanto en el sistema empleado durante su auge, pues los «‘‘chaebols’’ siguen dominando la economía, como las reformas del FMI, pues el resultado fue un mercado laboral dual que es un gran contribuyente a las desigualdades y la baja productividad».

Probablemente, usted tenga algún producto surcoreano, ya sea una televisión, una lavadora, un teléfono móvil o un coche y muy seguramente alguno de los componentes de varios de sus aparatos electrónicos sea «Made in Korea». En 2013, por ejemplo, el Ministerio de Comercio, Industria y Energía señaló que los cinco productos de mayor exportación eran los semiconductores, los productos petrolíferos, los automóviles, las embarcaciones y los dispositivos de cristal líquido. En la actualidad, «las industrias más potentes son aquellas involucradas en la producción de alta tecnología tales como los semiconductores, las televisiones LED, los teléfonos inteligentes y las aplicaciones de alta gama», añade Ferrier, para quien «durante el último año, las exportaciones de semiconductores han sido uno de los mayores contribuyentes al crecimiento, aunque lo más probable es que Corea del Sur encare la firme competencia de China en la producción de semiconductores y otras áreas de la fabricación de alta tecnología en los próximos años».

Una de las preocupaciones del Gobierno, las empresas y la sociedad surcoreana es la gran cantidad de horas y las pocas vacaciones que tienen los trabajadores (que suelen ser dos semanas, pero la media suele ser de siete días). Como recuerda Ferrier, «Corea del Sur tiene una de las tasas de productividad laboral más bajas de la OCDE, sin embargo está entre los países en los que más horas se trabaja al año». El Gobierno de Moon Jae In redujo la semana laboral de los surcoreanos –que pasó de 68 horas a 52– en un intento del presidente de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y, de paso, fomentar la reducida natalidad. «Disminuir las innecesarias jornadas laborales podría ayudar a mejorar la productividad. Sin embargo, para impulsar la productividad suficientemente para un crecimiento a largo plazo de cara a la disminución de la población, Corea del Sur necesitará centrarse más en la promoción del desarrollo de sus altamente valiososos conocimientos de los servicios industriales, que están, en la actualidad, subdesarrollados».

La «ola coreana»

Desde principios del nuevo milenio se ha expandido por todo el sureste asiático la llamada «hallyu», es decir, la ola coreana. Un término para describir la enorme popularidad de la industria cultural y del entretenimiento surcoreano y su salto al extranjero. Martin Roll, experto en marcas y estrategias en Asia, indica que «‘‘hallyu’’ ha sido una bendición para Corea, sus empresas, la cultura y la imagen del país. Desde principios de 1999, la ‘‘ola coreana’’ se ha convertido en uno de los fenómenos culturales más famosos a lo largo de Asia». Roll expone que el efecto de «hallyu» ha sido tremendo, «ha contribuido al 0,2% del PIB de Corea en 2004, alcanzando aproximadamente los 1,87 miles de millones de dólares. Más recientemente, en 2014, la ‘‘ola coreana’’ tuvo un estímulo de 11,6 mil millones de dólares en la economía surcoreana».

Cho Hee Kyung, directiva de Rewha, una empresa que se dedica a la organización de eventos sobre K-Beauty (productos de belleza coreana) y K-Medical (cirugía estética y productos médicos coreanos), explica que el «boom» de la cosmética coreana también está relacionado con esta ola, con la cultura del país. «El origen del K- Beauty empezó en realidad con el auge de las series, películas, telenovelas y grupos y solistas surcoreanos. Mucha gente empezó a tener curiosidad sobre qué productos usaban sus ídolos y se generó una tendencia», asevera Cho, desde el BOF (Busan One-Asia Festival), celebrado en la ciudad portuaria y meridional de Busán.

En las tiendas de belleza, las mascarillas faciales se compran de 10 en 10. Y en los aviones de Korean Air el momento «Duty free» es sagrado. El catálogo tiene alrededor de mil productos y los surcoreanos primero rellenan un listado que parece una quiniela para después recibir una enorme bolsa llena de productos de belleza.

En opinión de Cho, «los productos más vendidos son los básicos, pero, sin duda las mascarillas faciales son la gran estrella». Ella reconoce que, desde Rewha, no dejan de innovar y aprovechan la ubicación estratégica de Busán para fomentar el turismo de belleza, relacionado con la cirugía estética. Vender productos cosméticos que se puedan usar en las operaciones. «Estamos lanzando el turismo de K-Beauty y K-Medical, todavía no hemos entrado de lleno en el mercado europeo, pero en otros países de Asia lo estamos promocionando. También en las decenas de cruceros que atracan en Busán». Cho reconoce que este turismo de belleza es ideal para intervenciones rápidas como botox o estética dental, que no necesiten mucho tiempo de hospitalización. También proponen un servicio rápido de maquillaje y peluquería al estilo coreano y, después, lo finalizan con un «reportaje fotográfico». Sobre qué países están más interesados en este turismo, Cho asegura que la mayoría son de la región. «El año pasado vinieron muchos de Japón y China, pero este año estamos observando un incremento de Birmania, Malasia y Vietnam».

En este sentido, no es de extrañar que Corea del Sur también esté en el «top ten» de la industria de los productos de belleza del mundo. Se encuentra en la octava posición del mercado cosmético y representa cerca del 3% de todo el mercado global. Según datos del Gobierno surcoreano, en 2016, la magnitud de este mercado estaba estimada en alrededor de 8,5 mil millones de dólares; la producción total local y las exportaciones totales aumentaron aproximadamente un 21,6% y un 46,8% respectivamente en comparación con el año anterior. En suma, el mercado tiene una tasa de crecimiento anual de 7,4% en los últimos cinco años.

Con todo, algunos economistas han comenzado a alertar sobre si la economía de Corea del Sur se encuentra en una encrucijada. Sin ir más lejos, el mes pasado, el presidente Moon reemplazó a sus dos asesores económicos de rango más alto. Con este cambio, Moon intenta fortalecer los esfuerzos para lograr una economía más equitativa. En opinión de Ferrier, «yo no diría que la economía surcoreana está aún en un punto crítico, pero sí que posiblemente lo esté la agenda económica de Moon. Son muchos los retos a los que se enfrenta, pero el Gobierno tiene suficiente cantidad de espacio fiscal para trabajar y hacer algo al respecto. La plataforma económica novel de Moon le lanzó hasta la presidencia en 2017 y realmente sólo ha pasado un año desde que su plan económico ha despegado». Para este experto económico del KEI, la agenda de Moon intenta resolver demasiados asuntos clave como «la desigualdad social y económica, el alto desempleo juvenil, y la débil demanda doméstica».

Aun así, concluye Ferrier, «de momento los resultados de las políticas de Moon lo han tenido muy difícil para satisfacer las altas expectativas que la opinión pública había depositado en ellas, especialmente en cuanto a la creación de empleo. Moon ha hecho esfuerzos recientemente para redirigir su agenda e intentar cumplir con sus ambiciosas promesas de campaña, incluida un aumento del gasto público».

Desempleo juvenil

Aunque la tasa de paro entre los jóvenes menores de 25 años no pasa del 10%, en Corea del Sur es toda una preocupación. Se trata de unos 154.000 jóvenes que no encuentran trabajo y a menudo, suelen tener una muy buena preparación y educación universitaria. A principios de este año, la agencia de noticias oficial, Yonhap, dedicaba un duro teletipo a este problema. «El desempleo entre la juventud surcoreana continuó siendo alto sin aparentes signos de recuperación durante al año pasado a pesar de las sólidas mejoras en el mercado laboral y otras economías avanzadas», rezaba la noticia con datos de la OCDE. Eso sí, también recordaba que la media de los países miembros de la OCDE llegó al 16% en 2012 y ahora se había reducido al 12,1 mientras que la surcoreana oscilaba entre el 10 y el 9%. Yonhap también señalaba que la hora mínima se había subido de los 6,470 wones a los 7,350 wones (5,73 euros). El presidente Moon sugirió que el aumento mejoraría la calidad de vida, pero también salieron críticos que temen que esto dificulte las contrataciones.