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Empobrecimiento

Daniel Lacalle, economista, denuncia el empobrecimiento de España: "Al país se le está acostumbrando al empobrecimiento"

Olvidada ya la comparación con Grecia o Portugal, España se empobrece mientras otros avanzan. Una nueva narrativa mediática busca normalizar la situación, presentando el "ser pobre pero feliz" como la última y más moderna de las tendencias

Daniel Lacalle, economista. Gonzalo PérezLa Razón

La maquinaria mediática y cultural parece haber encontrado una nueva fórmula para maquillar la precariedad: convertirla en tendencia. Se trata de una estrategia sutil, casi invisible, que busca aclimatar a la población a un estándar de vida inferior sin que salten las alarmas. La idea de fondo es simple pero potente: se nos está enseñando a ser "pobres pero felices", una doctrina que presenta las carencias económicas no como un problema, sino como una elección de vida moderna y desenfadada.

De hecho, el objetivo de esta corriente es normalizar una evidente pérdida de poder adquisitivo para que la sociedad la acepte sin protestar. Esta acomodación a un menor bienestar económico se produce mientras el debate público se aleja de comparativas que antes eran habituales, como las que situaban a España frente a Portugal o Grecia.

En este sentido, un ejemplo paradigmático de esta tendencia son ciertos artículos periodísticos que alcanzaron una gran notoriedad al calificar de "rico" a un ciudadano con un salario de 21.000 euros anuales. Esta es una de las reflexiones que desgrana el economista Daniel Lacalle, tal y como se puede ver en el podcast Cancelled, donde se denuncia la construcción de un relato que redefine a la baja el propio concepto de prosperidad para ajustarlo a una realidad económica cada vez más ajustada.

La normalización de la precariedad como tendencia

Esta táctica de glamurización de la escasez se manifiesta en costumbres sociales que se popularizan a gran velocidad. Un caso claro es la creciente moda de organizar reuniones de amigos donde cada asistente debe aportar un plato. Según el análisis de Lacalle, esta práctica no es más que una forma de disfrazar la necesidad económica de colaboración y modernidad, cuando en realidad es un reflejo de la incapacidad de muchas familias para asumir gastos que antes formaban parte de la vida cotidiana.

Por otro lado, todo este andamiaje cultural se sostiene sobre una base económica que a menudo se disimula con discursos triunfalistas. El verdadero problema es que España se está quedando rezagada en comparación con las naciones de su entorno, perdiendo competitividad en indicadores clave como la renta per cápita real o la captación de inversión extranjera. En definitiva, esta nueva filosofía de vida no es más que la consecuencia de un empobrecimiento silencioso que avanza mientras se intenta convencer a la ciudadanía de las bondades de tener menos.