Bankia

El ex gobernador que puede acabar en el banquillo

El Banco de España, presidido entonces por Fernández Ordoñez, hizo oídos sordos ante la alerta de su inspector y amparó la salida a bolsa de Bankia.

Miguel Ángel Fernández Ordoñez fue gobernador del Banco de España desde 2006 hasta 2012
Miguel Ángel Fernández Ordoñez fue gobernador del Banco de España desde 2006 hasta 2012larazon

Gato por liebre. Eso es lo que trata de averiguar la instrucción sobre la salida a Bolsa de Bankia. Quiere saber si hubo «felis» por «lepus». Y en el punto de mira se coloca de nuevo al Banco de España y al gobernador de entonces, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Los últimos correos de la inspección del Banco de España enviados esta semana a la Audiencia Nacional dan un vuelco al caso, hasta el punto de que Fernández Ordóñez puede terminar en el banquillo.

No son los correos del zar, pero los mensajes electrónicos que el inspector jefe del equipo encargado de la supervisión de Bankia enviaba a sus superiores en el Banco de España indican hasta qué punto esta institución y las cajas de ahorros se dirigieron con criterios más políticos que técnicos. El inspector José Casaus, meses antes de la salida a bolsa de Bankia, ya advertía insistentemente del error del proceso: «Las acciones valdrán cada vez menos». Alertaba de que todo iba a terminar en un costoso fracaso que, con el tiempo, generaría «un quebranto para el contribuyente». Casaus llega a calcular la factura: «Un coste para el contribuyente de en torno a los 15.000 millones». A falta de conocer cuánto se recuperará en el futuro, las inyecciones de dinero público en Bankia rondan los 23.000 millones de euros, con rescate financiero europeo de por medio.

El diagnóstico de la entidad realizado por Casaus y elevado a sus superiores no dejaba lugar a la duda. Revelaba la insolvencia del banco, «la decreciente capacidad de generar recursos recurrentes», y un Gobierno corporativo «mejorable» con gestores «desacreditados en el mercado». Los correos echan por tierra todas las declaraciones del equipo gestor de Bankia comandado por Rodrigo Rato. Pero especialmente destroza hasta los cimientos la política y estrategia de Miguel Ángel Fernández Ordóñez al frente del Banco de España. Y no puede escudarse en el desconocimiento. Sus funcionarios, sus trabajadores, sus inspectores hicieron bien el trabajo.

El Banco de España hizo caso omiso a las advertencias. Ocultó bajo miles de legajos las alertas efectuadas antes de la salida a bolsa de Bankia. No podían frenar lo que, antes de nada, era una operación política para ganar tiempo, «lograr oxígeno» en lo más duro de la enloquecida crisis financiera.

Las cajas se tambaleaban por el huracán del ladrillo y se hundían con el peso del cemento a sus pies. Lo de Bankia fue una operación política coherente con el mensaje central del Gobierno de Rodríguez Zapatero: el salvamento de las entidades financieras con dificultades no debía costar un euro al pueblo. Es cierto, no costó un euro, costó miles de millones.

Miguel Ángel Fernández Ordóñez utilizó la puerta giratoria para terminar en el mismo sitio, en el poder político. De secretario de Estado de Hacienda con el ministro Pedro Solbes terminó de gobernador del Banco de España en 2006 con el ministro Pedro Solbes. Era ideológica y políticamente dependiente. Lo que no sabía, o quizá sí porque ya era consejero, es que había llegado al cargo justo antes de que se abriera la Caja de Pandora de la crisis inmobiliaria, crediticia y económica.

Los inspectores, otra vez los inspectores, del Banco de España advirtieron a su predecesor meses antes del nubarrón que se estaba formando en el sector inmobiliario. Jaime Caruana cogió las maletas pero los avisos quedaron allí. Olvidados. Cuando Caja Castilla-La Mancha saltaba por los aires, sin mirar a los ojos a nadie, el Gobierno dijo que era algo puntual. Pero como un alud llegaron después las avalanchas de Caja Sur, la CAM, Caja Cataluña, Caja Madrid y casi todas las demás.

Fernández Ordoñez, en su último libro titulado «Economistas, políticos y otros animales», afirma que su gestión al frente del Banco de España presenta «un balance bastante razonable cuando se comparaba con la de otros países».

Es exagerada aquella frase de un periodista anglosajón que calificaba al Banco de España como «el peor banco central de la Galaxia», pero eran igual de exageradas e inciertas las aseveraciones de José Luis Rodríguez Zapatero de contar con «el mejor sistema financiero» del planeta.

Cuando las entidades con problemas ya no podían sostenerse por sí mismas, Fernández Ordóñez, con la aquiescencia y apoyo del Ministerio de Economía de Elena Salgado, decidió unir a estas tambaleantes y débiles convalecientes con la esperanza de que, al ir hombro con hombro, pudieran caminar en línea recta hacia la rentabilidad y la solvencia. Fueron los famosos Sistemas Institucionales de Protección, que no protegían a nadie y mucho menos a los pequeños inversores que quedaron atrapados con engaños en las famosas preferentes.

En uno de los correos de Casaus, en 2011, se advertía también de que estos humildes ahorradores terminarían pagando, junto al Estado, el estropicio. Esto también se ocultó. Los SIP se conocieron como fusiones frías. Pero eran metal ardiente, hojalata desfigurada por las pérdidas que duplicaban los Consejos y los cargos entre políticos, sindicalistas y empresarios y que dejaban las entidades en manos de los mismos directivos, o peores, que las habían llevado a la ruina.

La Asociación de Inspectores del Banco de España denunció que la dirección de la institución «miraba hacia otro lado». Fernández Ordóñez apuntó a su segundo, el subgobernador Javier Ariztegui, como responsable de la supervisión, y en su declaración como testigo en la Audiencia Nacional denunciaba la existencia de una «injustificable campaña de desprestigio» contra él para arreciar en sus críticas sobre Luis de Guindos, a quien achaca la nacionalización de Bankia en 2012. «La fusión de Bankia podía haber salido bien», espetó al juez Fernando Andreu, encargado del «caso Bankia», sin gota de rubor.

En esa misma declaración, Fernández Ordoñez reconocía que el FMI tenía razón cuando afirmó que la reestructuración financiera en España había sido lenta. Como Gobernador del Banco de España, Fernández Ordoñez fue el responsable de esa reestructuración y de sus ritmos. Una reordenación bancaria que solo buscaba ganar tiempo. No hay crisis que cien años dure y, como hemos visto, cajas de ahorros que lo resistan.