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Un lustro de crisis

El inicio de una nueva legislación y sensibilidad

La Razón
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Se cumplen cinco años desde la caída del gigante, pero las ondas sísmicas que generó el terremoto aún se dejan sentir. Lehman Brothers, uno de los grandes de la banca de inversión, quebró víctima de los créditos subprime ante la asombrada mirada del mundo financiero, y al hacerlo nos recordó que nadie es intocable ante la exhaustiva justicia meritocrática de los mercados. Y es que el dinero es histérico por definición, capaz de premiar a la empresa que hace las cosas bien, pero también capaz de abandonar de manera fulminante al que se equivoca. No importa el siglo y medio de prestigio porque en el parqué todos son examinados en riguroso presente.

Todos sabemos que la de Lehman no ha sido simplemente una quiebra más. Lehman Brothers destapó la crisis de las hipotecas subprime y, aún más importante, propició una nueva legislación en Estados Unidos y una nueva sensibilidad social en todo el mundo sobre lo que la perversión del sistema de «cumplimiento de objetivos a toda costa» puede llegar a generar. Se generó en el mercado una ola de aversión al riesgo que castigó a todo aquel que había hecho las cosas mal. Así, se incrementaron los tipos de interés que deben pagar los soberanos por acceder a los mercados de deuda, penalizando políticas económicas irresponsables y arrastrando consigo a través del riesgo sistémico a las empresas cuyos ingresos dependían directamente de esos mercados domésticos.

Hoy, cinco años después, podemos decir que las cosas comienzan a mejorar. Los esfuerzos de los bancos centrales empiezan a dar sus frutos, de manera más o menos eficaz en función del país o del área monetaria, pero con frustrante lentitud a nivel global. Vamos en la buena dirección, sí, pero aún queda mucho camino por recorrer. Las ondas sísmicas aún se notan y, sin ir más lejos, este miércoles día 18 se puede aprobar la suavización y la posterior retirada de los estímulos monetarios implementados para paliar la crisis. El mercado, acostumbrado a su «doping» de liquidez, podría corregir con fuerza. Quizás estemos ante el último efecto de la mayor quiebra de la historia.