Transporte
El mercado asiático se lo pone difícil a Uber
En 2016 la disputa contra la china Didi Chuxing le costó 2.000 millones y la enemistad del país comunista
Desde su fundación hace casi una década, la empresa de transporte compartido Uber se ha extendido rápidamente por todo el mundo cosechando notables éxitos y algún que otro fracaso. De entre estos últimos, uno de los más sonados fue el que sufrió en China en 2016, donde acabó por vender su negocio a la copia local, Didi Chuxing, por 1.000 millones de dólares tras una dura pugna entre ambas que le costó a la estadounidense 2.000 millones y la enemistad de las autoridades comunistas del país asiático.
En aquel momento, lo único positivo parecía ser el hecho de que Uber se libraba de tener que seguir manteniendo una costosa guerra de precios y podía concentrar sus recursos en otros prometedores mercados tales como el Sudeste Asiático. Sin embargo, el plan no parece haber dado los resultados esperados y, tras gastar otros 700 millones de dólares, Uber anunció esta semana la venta de su negocio de servicios de transporte y de reparto de comida a su principal rival en la región, la singapurense Grab, que tiene una fuerte presencia en naciones como Filipinas, Indonesia, Tailandia o Vietnam.
El acuerdo entre ambas prevé que Uber se quede con un 27,5% de las acciones de Grab y que su director general, Dara Khosrowshahi, se incorpore al consejo de la firma asiática. Fundada en 2012 en Malasia, en sus inicios Grab sólo ofrecía servicios de taxi. Más adelante, añadió coches privados y motos y dio la oportunidad a sus clientes de pagar a través del monedero electrónico Grab Pay, que se puede enlazar con una tarjeta de crédito.
Según la propia firma, sus servicios cuentan con más de 5 millones de usuarios diarios y unos 90 millones de descargas de su aplicación en las 195 ciudades en las que está presente. Todo apunta a que el origen de la operación procede del conglomerado nipón SoftBank, que controla una participación del 15% en Grab y otro 15% de Uber y quiere que la estadounidense centre sus esfuezos en los principales mercados y se prepare para un posible salto al parqué. «Para Softbank, no tiene ningún sentido que su mano derecha continue peleando con su mano izquierda», resumió el analista de la Universidad Nacional de Singapur, Lee Der Horng. En esta línea parece ir la nota que Khosrowshahi publicó en la web de Uber al poco de anunciarse la venta, donde reconocía que «uno de los peligros potenciales de nuestra estrategia global es que peleamos muchas batallas en demasiados frentes y contra demasiados competidores».
Cuando Uber comenzó su expansión internacional en 2013, la firma recurrió a las mismas tácticas agresivas que tan buenos resultados le habían dado en Estados Unidos.
Pero para muchos, el Sudeste Asiático es un ejemplo de cómo la empresa ha subestimado las condiciones de los mercados locales, lo que la ha privado de poder repetir el éxito cosechado en casa. En ciudades como Bangkok, la presencia de taxis municipales es mucho más abundante –y barata– que en EE UU o Europa; en Singapur, el coste de un coche es tan elevado que las empresas como Grab o Uber deben adquirir sus propios vehículos para luego alquilarlos; y en Hanoi o Jakarta, las motocicletas son el medio favorito para escapar de los atascos, un medio que Uber no incorporó a sus servicios hasta 2016 (las locales como Grab ya lo habían hecho).
Por eso, ante estas dificultades encontradas, son muchos los que consideran que Uber está acertando a la hora de retirarse de estos lugares mientras se asegura participaciones sustanciosas en las rivales locales (27,5% en Grab, 20% en Didi) que pasan a operar en régimen de casi monopolio.
«La reducción de sus pérdidas y el acceso a acciones en Grab significa que no están saliendo completamente de un mercado en rápido crecimiento como el del Sudeste Asiático», aseguró el investigador sobre transporte, Terence Fan, a la cadena Channel News Asia. Esto le permite a Uber mantener una «presencia estratégica» que en el futuro puede darle sus frutos.
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