Papel

Es hora de acabar con el subsidio permanente al Estado heleno

La Razón
La RazónLa Razón

Syriza llegó al poder prometiendo lo imposible: doblegar a la Troika para imponer una (nueva) reestructuración de la deuda griega y restablecer la credibilidad internacional de su país para fomentar la entrada de capitales. Pero, evidentemente, amenazar con no cumplir tus compromisos antes que equilibrar el presupuesto nacional no es la mejor forma de recuperar la credibilidad internacional en tu país.

Por eso, desde que Syriza llegó al poder, alrededor de 50.000 millones de euros han escapado de los bancos helenos buscando un refugio fuera del paraguas populista de Tsipras y Varufakis: 50.000 millones de euros que representan el 30% de todos los depósitos del país (algo así como si salieran de España más de 350.000 millones de euros). De no haber sido porque el Banco Central Europeo (BCE) ha ido incrementando «pari passu» el préstamo de emergencia que reciben las entidades financieras griegas (conocido por sus siglas en inglés, ELA: Emergency Liquidity Assistance), el Gobierno de Syriza tendría que haber declarado hace varios meses un «corralito» sobre todo el país.

Es decir, mientras Varufakis postureaba en el Eurogrupo amagando con impagar la deuda nacional por las inaceptables condiciones que la troika les reclamaba, una parte de esa malévola troika –el BCE– seguía inyectando miles de millones de euros de todos los ciudadanos europeos para mantener a flote un sistema bancario insolvente. Si de verdad la troika hubiese querido dejar caer a Grecia, le habría bastado con cerrar el grifo de la ELA: es decir, le habría bastado con dejar de darle más cuerda al irresponsable Ejecutivo heleno mientras éste amenazaba con no devolverlo.

Mas Grecia lleva jugando desde hace mucho tiempo a ese perverso juego consistente en tomar el dinero y correr al tiempo que se victimiza ante los medios de comunicación nacionales e internacionales. No en vano, siguen siendo legión quienes creen que la troika ha actuado como una usurera sin escrúpulos al imponerle al Ejecutivo heleno unas condiciones financieras inhumanas. Pero nada más alejado de la realidad. Grecia es ahora mismo el país mejor financiado de toda Europa: el tipo de interés medio de su deuda pública es del 2% (inferior al de Alemania) y el vencimiento medio de su deuda supera los 15 años (el doble de la alemana). O tomen ese otro dogma de propaganda que los syrizianos españoles se han encargado de repartir panfletariamente entre todos los feligreses: a saber, que el déficit público griego se debe en esencia al desmesurado gasto militar de comprar fragatas alemanas y que, justamente por ello, la troika prefiere recortar en pensiones antes que en Defensa. Resulta, empero, que Grecia destina actualmente cerca del 2,5% del PIB a la Defensa, mientras que la rúbrica de gasto social copa más del 31% del PIB: la parte mollar de los desembolsos estatales no está en las fragatas, sino en las pensiones y demás transferencias estatales, que inexorablemente deben reducirse. Y, pese a ello, ha sido la troika la que le exigió a Tsipras que recortara en 400 millones de euros el presupuesto militar, cuando éste se ha negado a rebajarlo en más de 200 millones.

La realidad de Grecia es bastante sencilla: durante décadas, Grecia se ha convertido en una apoteosis del estatismo y del intervencionismo gubernamental. El país lleva más de 35 años sin cerrar un solo ejercicio con superávit. Pero no se sorprendan, las malas costumbres vienen de lejos: desde su independencia como país en 1832, Grecia ha pasado la mitad del tiempo (algo más de 90 años) impagando o reestructurando su deuda pública. La estrategia es de sobra conocida: vivir del hiperendeudamiento continuado para cebar sin límites su hiperEstado. El resultado salta a la vista: Grecia es hoy uno de los países más pobres de Europa, sin impulso ni dinamismo interno, ultradependiente del crédito exterior y con una clase política populista desde su extrema izquierda a su extrema derecha. La troika se equivocó completamente creyendo que podría reconducirlos otorgándoles financiación barata, tutelando las reformas e imponiéndoles el equilibrio presupuestario: ni los gobernantes ni la mayoría de los ciudadanos estaban dispuestos a darse un baño de realidad, es decir, a abandonar su cómoda burbuja de la deuda barata y a empezar a generar riqueza por sí mismos.

or eso Grecia jamás debió ser rescatada: ni en 2010 –cuando de rebote también se rescató a la banca europea– ni en 2012 –cuando no sólo no se rescató a la banca europea, sino que se le aplicó una quita del 75% sobre la deuda helena–.

Así, la troika ha malversado decenas de miles de millones de todos los europeos (más de 26.000 millones de los españoles, sin contar lo que nos adeudan a través del banco central) cuando se debería haber permitido que los griegos se gestionaran por sí mismos: es decir, que quebraran en 2010 si no querían cuadrar sus cuentas. Que aprendieran a vivir con lo puesto no porque se lo exigiéramos desde fuera, sino porque, simplemente, nadie estaba dispuesto a seguir prestándoles. Paradójicamente, el referéndum anunciado por Syriza puede ser la piedra de toque que obligue al resto de Europa a aprender la lección: se acabaron los préstamos a fondo perdido.

Es decir, ha llegado la hora de pensar en todo aquello que nos decían –y que Syriza les sigue diciendo a sus engañados votantes– que era impensable: controles de capitales, «corralito» bancario y también, sí, salida del euro. Es hora de acabar con el subsidio permanente al Estado heleno.