Opinión

El espanta Frankenstein

Con la reedición de otro Gobierno populista, Ferrovial será la primera de muchas

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en el pasado Foro Económico Mundial de Davos (Suiza)
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en el pasado Foro Económico Mundial de Davos (Suiza)larazonAgencia EFE

Ahora que estamos descubriendo lo que presuponíamos, la podredumbre del chavismo desde el origen, resulta relevante relatar las similitudes del Gobierno con las técnicas utilizadas por el régimen boliviariano desde que Hugo Chávez logró poner un pie en Miraflores. Las conozco bien porque por aquel entonces andaba enfrascado en la política venezolana y pasaba por la Alcaldía de Caracas, por la sede de la patronal Fedecámaras y hasta por el palacio presidencial de vez en cuando. Comenzó el chavismo con una campaña de desprestigio empresarial, de los medios de comunicación privados y de las patronales para lanzar luego su asalto a las empresas públicas, en particular la petrolera estatal Pdvsa, de la que se adueñó tras el paro petrolero que casi acaba con Chávez, y el Consejo Nacional Electoral. La fuga de empresarios privados a Miami no se hizo esperar. Si algunos tenían dudas, tras el golpe cívico-militar sobre el que aún hay asesinatos por esclarecer y policías de la metropolitana de Caracas encarcelados, el chavismo intensificó su control tras ganar por la mínima el revocatorio de 2004. Persecución a la disidencia, nacionalizaciones televisadas al grito de «exprópiese» y encarcelamientos masivos.

La consecuencia fue la huida masiva de empresarios, el hundimiento de la clase media y de la escasa producción nacional –agrícola e industrial–, y el éxodo de millones de venezolanos, muchos de ellos rumbo a España. En esos años, un servidor vio entrar y salir de los mejores hoteles de Caracas a delegaciones de la petrolera Rosneft tras verse con Diosdado Cabello y otros gerifaltes del régimen. Hoy sabemos que a través de Panamá y Madeira el clan Chávez se hizo con 2.500 millones en mordidas a grandes petroleras rusas, chinas, italianas...

Ayer, el polarizado ministro Escrivá, desde Washington, volvió a amenazar a Ferrovial con una cacería fiscal e inspecciones a discreción. Y los ministros Belarra, Ribera y Bolaños pidieron más «mano dura» contra la firma. Los gobiernos populistas pretenden que las empresas y sus dirigentes pongan la otra mejilla después de verse asediadas. Cornudos y apaleados los quieren, mientras ellos juegan a ser el rey Midas con dinero ajeno. Aten cabos, porque con otro «Frankenstein», Ferrovial será la primera de muchas.