Opinión

Eurofiasco y doble tributación

Normal que, ante las trabas fiscales a la inversión entre europeos, sean los petrodólares los que se coman el pastel en las grandes firmas patrias

Banderas de la Unión Europea
Banderas de la UE a media asta larazon

La Unión Europea surgió de un colmado. De la pura mercadería energética, para ser más exactos. El embrión fue la CECA, la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, al final de la Segunda Guerra Mundial. Luego surgió Euroatom (la Comunidad Europea de Energía Atómica), allá por 1957 y en virtud de uno de los tratados fundacionales de la Comunidad Europea, el de Roma. A partir de la energía fósil y atómica se desarrolló la idea europea. Y poco hemos avanzado desde entonces.

A los políticos se les llena la boca maltratando a Europa. Bien sea para proclamar su «euroforia» como su «eurofobia», más aún en periodo electoral, a menos de dos meses, en el que ambos bandos ansían lograr los jugosos beneficios que se derivan del asiento en la Eurocámara.

Sin embargo, Europa sigue siendo un continente hecho de retales. Al margen del tráfico de mercancías y personas –a las que lo mismo les da ir con el pasaporte que con el DNI– poco se ha avanzado en asuntos cruciales, como la creación de una jurisdicción única europea que impida, por ejemplo, que prófugos de la Justicia española –como Puigdemont, entre otros– campen a sus anchas al otro lado de los Pirineos o de un sistema impositivo unificado, que impida la existencia de semi-paraísos fiscales y que unos estados socios compitan con otros con las cartas marcadas.

Y de todo esto se derivan graves molestias para los ciudadanos como la perniciosa doble imposición, que grava las rentas obtenidas en otro país miembro de la UE provenientes del trabajo y de la inversión tanto en el país de origen de la actividad como en aquel donde se repatría dicha renta.

Cierto es que, a año vencido, se puede recuperar vía declaración de la Renta buena parte de las cantidades (un 15% del capital retenido en origen). Sin embargo, si hubiera una cantidad adicional pendiente de recuperarse, comienzan los problemas. Así, Europa no puede avanzar.

Normal que ante las trabas que ponen al propio flujo inversor unos socios a otros sean terceros los que estén comiéndose el pastel. Aquí tenemos ejemplos muy calientes, con la entrada de petrodólares en grandes firmas patrias. Por lo visto no queremos socios «locales». Un eurofiasco.