Economía

Francia y Alemania asustan

Francia y Alemania barajan ajustes económicos. Los galos no descartan recurrir al FMI y el canciller alemán ve insostenible el Estado del Bienestar actual

Francois Bayrou
Francois Bayroularazon

Baltasar Gracián (1601-1688), el de «El criticón», fue más allá del refrán popular ya en tiempo y escribió que «no hay peor sordo que el no quiere oír; otro hay peor, aquel que por una oreja le entra y por otra le sale».

Tirso de Molina (1759-1648), por la misma época, también tituló una comedia con ese proverbio, documentado hace siglos y cuyo origen se pierde en la nebulosa de la historia. Mañana lunes, 8 de septiembre, si nadie lo remedia a tiempo, el primer ministro francés, François Bayrou, sufrirá una dura derrota en el Parlamento y se verá obligado a dimitir, como ya le ocurrió a su predecesor, Michel Barnier, en diciembre de 2024, solo tres meses después de ser nombrado por el presidente Enmanuel Macron.

Bayrou será defenestrado por una alianza en la práctica de la izquierda ultraradical de Jean Luc Melenchon y la derecha extrema de Marine Le Pen. La excusa es la oposición radical, desde ambos polos opuestos del arco político galo, a un plan de ajuste de unos 40.000 millones de euros, que también incluye la supresión de dos días festivos.

El todavía primer ministro ha puesto los números negros sobre blanco y plantea a la sociedad francesa la necesidad de reducir un déficit que ronda el 5,7 %, así como una deuda pública superior al 113 % del PIB y un montante de 3,34 billones de euros, con una «b» enorme de burrada.

Solo el pago de los intereses cuesta a los franceses 66.000 millones de euros al año. Los nubarrones no terminan ahí. La economía francesa está casi estancada y el ministro de Finanzas, Eric Lombard, decía hace unos días que «pedir la intervención del FMI (Fondo Monetario Internacional) es un riesgo que tenemos delante».

Sería todo un bochorno para la «grandeur» francesa, pero hay precedentes en países similares. En 1976 –por eso hay poco recuerdo–, el gobierno laborista de James Callaghan (1912-2005) en el Reino Unido , ante la imposibilidad de financiar el gasto público, solicitó al FMI un rescate por importe de 2.300 millones de libras de la época, que fue la mayor ayuda que el organismo internacional había concedido nunca.

Aquello fue humillante para los británicos y en 1979, Callaghan, tras sufrir una derrota electoral cantada, tuvo que dar paso a Margaret Thatcher (1925-2013), no sin antes verse obligado a aplicar un plan de ajuste y recorte del gasto público. La discusión sobre si la historia se repite o no se repite es interminable, pero los ejemplos están ahí, y la situación francesa recuerda a la británica de hace medio siglo. Las deudas, aunque se tarde, siempre hay que pagarlas.

Friedrich Merz, el todavía nuevo canciller de Alemania, al frente de una «gran coalición» de conservadores y socialdemócratas, también encara numerosos problemas en la primera economía del euro que, sin embargo, no acaba de carburar.

Angela Merkel cometió el error histórico de abandonar de golpe la energía nuclear, confiada en el gas ruso, y el país sufre –y tiene que pagar mucho– para garantizar su abastecimiento energético, que es más caro y afecta a la productividad.

Merz lo ha debido de ver tan oscuro que esta misma semana no ha tenido pelos en la lengua a la hora de advertir que «el Estado del Bienestar no es sostenible tal como está ahora». No significa, como enseguida apuntan los extremistas, que anuncie su desaparición –algo que provocaría una revolución en Europa–, sino que hay que adaptarlo a la realidad y que no puede crecer de manera indefinida. Todo ello, sin olvidar que Alemania tiene una deuda pública hasta cierto punto razonable y un déficit alrededor del 1,5 %, aunque la economía, eso sí, está estancada.

Francia y Alemania son y han sido los puntales económicos de Europa, de la Unión Europea y de la zona euro. La evolución de las economías francesa y alemana repercuten, de forma directa, en las del resto de la Unión Europea y, sobre todo, de la eurozona.

También en España. Ha sido así casi siempre. De ahí el refrán «cuando Francia estornuda, España se constipa».Pedro Sánchez insiste en presumir de la buena evolución de la economía española, aunque ya no dice que «va como una moto».

Es cierto que, en estos momentos, los datos «macro» figuran entre los mejores de la zona euro, incluso con el mayor crecimiento, aunque se justifique por los fondos Next Generation y el gasto público.

No obstante, los déficits, la deuda –solo los intereses cuestan 35.000 millones al año–, el déficit y el gasto en pensiones –13.650 millones al mes–, por ejemplo, están ahí y generan muchas incertidumbres. Si Alemania y Francia tienen que apretarse el cinturón, España, antes o después, tendrá que hacer lo mismo, sin olvidar que "peor que quien no quiere oír es aquel a quien por un oído le entra y por otro le sale", según Gracián.