
Opinión
Inflación oficial vs. real: el truco está en el envase
El IPC calcula precios, no cantidades, todo aquello que se reduce sin tocar la etiqueta, la famosa reduflación, queda fuera del radar

En época navideña aparece un fenómeno que alcanza su máximo esplendor, por el que, en plena época de excesos, los envases se disfrazan de gala mientras el contenido se encoge mientras las luces nos hacen ver que hay mucho brillo en el producto, pero poca sustancia. Se trata del fenómeno oculto de la reduflación que se ha convertido en el cómplice perfecto de las maquilladas cifras del IPC, pues es silenciosa, elegante, legal y estadísticamente invisible, todo un prodigio del marketing basado en la psicología del consumidor.
La reduflación es una práctica comercial mediante la cual las empresas reducen la cantidad, el peso o el tamaño de un producto, pero manteniendo la misma apariencia en el envase y el precio, aunque también puede subir ligeramente. Se comienza a observar en los años 70 en EE UU como respuesta a la estanflación ya que el envase puede disimular reducciones de precio sin que el consumidor lo note, de modo que sirve para ocultar aumentos de costes de las empresas y mantener márgenes sin que tenga un efecto visible sobre los precios ya que, si subiesen, el consumidor protestaría, pero si la cantidad baja, se resigna y más en épocas de compras compulsivas y de regalos. Se trata de un fenómeno que se consolida en los años 90 pero que se populariza en los últimos 10 años como consecuencia de la inflación global que sufrimos.
Así pues, en España, mientras que las estadísticas nos muestran una inflación del 3,1%, la realidad es que los productos parecen estar a dieta. El detergente que antes duraba un mes, ahora se agota en 3 semanas, las galletas se pueden mojar en un vaso de chupito con leche y el turrón, cuando abres la caja, languidece.
Aquí está el truco, como el IPC calcula precios, no cantidades, todo aquello que se reduce sin tocar la etiqueta queda fuera del radar, es como si pesáramos nueces sin su cáscara y la inflación real es la que sientes cuando abres un envase y descubres que el fabricante ha aplicado geometría creativa, es otra historia. Este efecto no se mide en los indicadores oficiales y, precisamente surge con mayor intensidad en épocas de elevada inflación de costes, no hace falta hablar de lo que han subido los huevos y los frutos secos y, de medirse, haría saltar por los aires el discurso político de que nuestra economía va muy bien.
El problema de fondo es serio porque cuando se generaliza la reduflación, los ciudadanos pierden la brújula para interpretar el coste de la vida y asumen como algo normal que todo dure, pese o rinda menos. Es una inflación encubierta que no se debate en las muchas tertulias económicas porque no aparece en los gráficos ni es fácil medir y, si se hiciese, probablemente nos mostraría que el IPC que nos muestran no es más que la punta del iceberg de lo que realmente sufre el consumidor, algo que no interesa políticamente hablando. Mientras sólo miremos el dato oficial sin mirar lo que ocurre dentro del envase, seguiremos viviendo la ilusión de que la economía va mejor de lo que realmente va. Todo un autoengaño elegante, entre luces, villancicos y cenas de Navidad.
Juan Carlos Higueras, Doctor en Economía y Vicedecano de EAE Business School
✕
Accede a tu cuenta para comentar


