Opinión

La izquierda y Chile: cuatro años de inestabilidad para aprobar una nueva Constitución sin éxito

El Consejo chileno ha aprobado la propuesta de la nueva Constitución, que se votará el 17 de diciembre. Las encuestas apuntan a que la mayoría de chilenos volverá a rechazarla

El nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric, y la primera dama, Irina Karamanos, son conducidos a la Catedral para asistir a un himno de celebración del Te Deum, en Santiago, Chile, el 12 de marzo de 2022.
Gabriel Boric, presidente de Chile, y la primera dama, Irina Karamanos, son conducidos a la Catedral para asistir a un himno de celebración del Te Deum, en Santiago, Chile, el 12 de marzo de 2022.Esteban FelixAgencia AP

El Consejo Constitucional de Chile acaba de aprobar la propuesta definitiva para una nueva constitución que se someterá a plebiscito el próximo 17 de diciembre. Recordemos que Chile lleva en un proceso constituyente desde 2019 y, en todo este tiempo, no ha sido capaz de aprobar una nueva Carta Magna que reemplace a la de 1980-2005 (originalmente aprobada por Pinochet pero muy profundamente reformada en 2005 por Ricardo Lagos).

En el primer plebiscito ganó abrumadoramente el rechazo a un texto que había sido elaborado únicamente por la izquierda chilena en su vertiente más radical. Tras ese fracaso, se ha redactado otra propuesta de constitución pero, en este caso, las fuerzas de derechas (especialmente el Partido Republicano de José Antonio Kast) tuvieron la capacidad para elaborar el grueso del borrador. De este modo, lo que votarán los chilenos el próximo 17 de diciembre será una ley fundamental muy distinta de la que imaginaba la izquierda cuando impulsó todo este proceso constituyente: aunque formalmente se define a Chile como un Estado social (aspiración histórica de la izquierda), muchos de los preceptos del borrador de constitución limitan bastante la capacidad del Estado para extender su intervencionismo.

En general, se subordina el Estado social a la salvaguarda de la libertad individual y de la institución familiar. Asimismo, se garantiza constitucionalmente el derecho de elección de educación, sanidad o pensiones privadas. Dicho de otra manera, con esta nueva constitución (al igual que sucede con la vigente), la izquierda chilena no podrá erradicar el sistema de pensiones privadas, de sanidad privadas y de educación privada que existe en Chile: podrá ofrecer, como ofrece hoy, alternativas públicas. Pero no podrá anular las privadas.

Y, por eso, la misma izquierda que fue la que inició este viaje a ninguna parte que es el proceso constituyente, se posicionará en contra de la nueva constitución y abogará por el rechazo. Las propias encuestas apuntan a que la mayoría de chilenos volverá a tumbar a la propuesta constitucional: algo que, según ha manifestado Gabriel Boric, pondrá punto final al actual proceso constituyente. No habrá un nuevo intento al menos en el futuro inmediato. Cuatro años perdidos en generar inestabilidad e incertidumbre institucional.