Macroeconomía

La globalización se deshincha

El G20 no alcanzó un acuerdo sobre el futuro del libre comercio en su última reunión. Tampoco condenó el proteccionismo, que podría suponer un coste al PIB mundial superior a los 850.000 millones de euros hasta 2020.

La globalización se deshincha
La globalización se deshinchalarazon

El G20 no alcanzó un acuerdo sobre el futuro del libre comercio en su última reunión. Tampoco condenó el proteccionismo, que podría suponer un coste al PIB mundial superior a los 850.000 millones de euros hasta 2020.

¿Y si la tierra no fuera tan plana como defendía Thomas Friedman en su exitoso libro? ¿Y si la globalización no resultara tan imparable como se presuponía años atrás? ¿Y si se revirtiera? ¿Qué pasaría si el proteccionismo avanzara por el mundo desarrollado y levantara las barreras que la liberalización del comercio derribara en su día?

Estados Unidos quiere frenar la globalización. De momento, más allá de retirarse del tratado comercial con el Pacífico (TPP), de prometer renegociar el Tratado de Libre Comercio norteamericano (Nafta), de impedir la aprobación del TTIP y de mandar construir un muro con México, ha evitado que el G20, el club de los países más poderosos del mundo, alcanzara un acuerdo sobre el futuro del libre comercio y condenara el proteccionismo en su última reunión, celebrada el pasado fin de semana en Alemania. La habitual reprensión fue sustituida este año por una mera alusión a la necesidad de fortalecer la contribución del comercio a la economía. El resultado es simbólico, ya que apenas lleva aparejado la eliminación de unas palabras en un papel, pero demuestra que la hostilidad del nuevo Gobierno estadounidense hacia los tratados multilaterales podría pasar factura.

El FMI prevé que la economía mundial crezca este año un 3,4%, tres décimas más que en 2016, aunque ya ha advertido de que el proteccionismo constituye uno de los principales riesgos. Si bien es cierto que, hasta la fecha, las políticas comerciales no parecen haber desempeñado un papel importante en la desaceleración del comercio, la materialización del cuestionado programa económico de Trump resultaría catastrófica. Mientras que a corto plazo el proteccionismo que propugna el nuevo inquilino de la Casa Blanca, según se desprende de un informe publicado por el Banco de España, distorsionará la asignación de recursos y provocará pérdidas de eficiencia; en el futuro tendrá consecuencias negativas sobre el crecimiento y la capacidad productiva, dado el menor «know how» asociado a la reducción de la apertura comercial, la menor innovación y adopción de nuevas tecnologías, y la menor calidad de la gestión empresarial. Es más, en caso de que estallara una guerra comercial generalizada, el crecimiento mundial se reduciría entre 0,8 y 1,2 puntos porcentuales hasta 2020. Es decir, el proteccionismo podría costar unos 858.000 millones de euros.

Raymond Torres, director de Coyuntura y Estadística de Funcas, destaca que la globalización, en algunas de sus dimensiones, ya se ha estancado. Las cadenas productivas han madurado, lo que ha debilitado la expansión del comercio internacional. Y es que hoy en día la economía depende de los servicios y es menos intensiva en comercio externo que las manufacturas.

Otras fuentes consultadas aseguran que el proceso comienza a deshincharse y que podría revertirse si se empiezan a poner aranceles a las importaciones, o si los ciudadanos sólo percibieran algunos de sus efectos nocivos –como la bajada de los salarios-, lo que les llevaría a apoyar a partidos populistas que venden como solución a la crisis económica la vuelta al proteccionismo. Y es que el mayor riesgo para revertir la globalización es el político.

A José María Serrano, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza, le gusta más hablar de internacionalización económica -tiene dos dimensiones, la comercial y la financiera- que de globalización. Y si la internacionalización aumenta cuando los intercambios crecen más intensamente que el PIB, desde 2008 en el ámbito comercial se ha producido un retroceso en esa relación –en 2015 volvieron a registrarse los niveles de 2005-. «El comercio ha crecido menos que la renta. En el terreno financiero, también ha habido una reducción de los flujos de inversión en países emergentes», agrega.

El constreñimiento de la proporción entre comercio y renta tiene consecuencias distintas según el grado de internacionalización de cada país, su dependencia de las exportaciones y su nivel de desarrollo. Así, economías abiertas, como la española, sufrirían más que otras como la norteamericana, mucho más autosuficiente en su comercio de bienes y servicios. La china, por su parte, también se resentiría bastante, debido a la dependencia que tiene su crecimiento de las exportaciones. Serrano destaca que la reversión de la globalización elevaría los precios en los países avanzados de aquellos productos que ahora se importan baratos por el menor coste de la mano de obra en los emergentes. Asimismo, conllevaría una menor capacidad de crecimiento, porque se romperían muchas estructuras de producción ahora separadas –y optimizadas– en distintos países. En el extremo, «en la autarquía se crece menos que en el libre comercio», apostilla.

Avances del proteccionismo

La victoria de Trump, el Brexit, Le Pen... Si el proteccionismo avanza por el mundo desarrollado, y lo está haciendo, la globalización podría ser reversible. Del último informe de Global Trade Alert se desprende que EE UU fue en 2015 el país que impuso más medidas de restricción comercial. Y entre los 10 primeros se encontraban Japón, Reino Unido, Italia y Canadá, además de otros emergentes. La Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que entre 2008 y 2010 se introdujeron en el mundo 464 medidas restrictivas, cifra que alcanzó las 2.127 a mediados de 2017. «Si EE UU avanza en esa dirección con mayor impulso, como parece que puede hacer, y arrastra a los anglosajones, mientras China, Japón y los otros asiáticos no cambian radicalmente de estrategia y Europa no reacciona, el proteccionismo está servido». Serrano piensa que los asiáticos acabarían entendiéndose y alerta de que el principal problema sería para Europa, que ha desarrollado un concepto de las relaciones económicas internacionales exactamente igual al de la seguridad: que la paguen otros. «Europa no parece tener capacidad de reacción ante un cambio de escenario».

Torres, por su parte, opina que el proteccionismo puede cambiar el proceso de globalización, pero no revertirlo, alegando que el 80% de los intercambios son fruto de la fragmentación internacional de la producción. Y es que el diseño se realiza en un país, los componentes se manufacturan en otros mediante cadenas productivas y se ensamblan en otro distinto, lo que conlleva flujos cruzados de comercio internacional. Por tanto, «puede producirse la paradoja de que la imposición de barreras a la importación acabe desorganizando la producción nacional y gravando las exportaciones». Y para contener las reacciones proteccionistas, el director de Coyuntura y Estadística de Funcas considera esencial reducir las desigualdades y fortalecer la protección social, regular algunas prácticas internacionales –como la evasión fiscal–, y evitar el dumping social y medioambiental. «La respuesta al proteccionismo pasa por regular la globalización», remarca.

Detrás del frenazo del comercio convergen distintas causas entre las que, hasta ahora, no se encontraba el proteccionismo. En los últimos cinco años, el comercio mundial ha sufrido una pronunciada ralentización debido, entre otros factores, al menor dinamismo de la inversión, componente de la demanda intensiva en comercio; al mayor protagonismo de las economías emergentes en el comercio, cuya demanda interna tiene un peso en la actividad menor que el de las avanzadas, y al freno, incluso reversión, en el desarrollo de las cadenas mundiales de producción.

Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de Economía de la Universidad Pablo de Olavide, piensa que todavía es pronto para saber si estamos ante un cambio de tendencia a largo plazo, pero señala un preocupante estancamiento en la evolución de las relaciones comerciales internacionales. «El menor crecimiento de China y los efectos de la crisis en la posición financiera de las familias han ralentizado este crecimiento, que está lejos de parecerse a los observados antes de 2008», agrega.

Al margen de la atonía de China, la fase de amortización de la deuda contraída por los países desarrollados constituiría otra de las barreras para el comercio. Y es que el crecimiento del consumo es aún débil en muchas economías, lo que termina afectando a las importaciones. Además, el envejecimiento de la población occidental conlleva un menor consumo y, por ende, una menor importación, y un aumento de los movimientos de capitales en busca de rentabilidad.

Internacionalización

La evolución del comercio mundial dependerá, sobre todo, de cómo evolucionen los países emergentes. Sin embargo, «el aumento de la protección y la desactivación de tratados de libre comercio en negociación que pretendían impulsar las relaciones comerciales pueden impedir que en el futuro cercano el comercio crezca a ritmos elevados por primera vez en 60 años», afirma Hidalgo, al tiempo que resalta que «el pilar del crecimiento económico mundial desde 1945 ha sido el comercio».

Serrano asegura que ésta es, tras la que tuvo lugar desde finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, la segunda gran etapa de internacionalización en la época contemporánea. Y en términos relativos -comercio o flujos de capital en proporción a la renta- son perfectamente comparables.

Deslocalización

El gasto de familias y empresas genera cada vez más producción nacional y menos importaciones, como consecuencia de la cada vez mayor dependencia de la economía de los servicios, menos intensivos en compras al exterior. Y ello frena el proceso de la deslocalización. Además, la reducción de las diferencias salariales entre los países ricos y los emergentes están generando un fenómeno de repatriación de actividades. De hecho, algunas marcas de automóvil o de bicicletas ya han relocalizado el ensamblaje de Asia hacia Europa.

Antonio Flores, CEO de Loop, asegura que la oferta local cada vez está más presente como consecuencia de la recuperación de una serie de ventajas competitivas, sobre todo industriales, que provocaron las diásporas productivas, en especial a Asia. Y que existe una serie de factores que explican este retorno de la competitividad a las producciones locales.

Muchas empresas empiezan a revertir sus procesos de deslocalización porque las economías de escala y los factores que los provocaron están desapareciendo. Flores recuerda que el desarrollo de Asia hace que sus costes ya no sean tan distintos. «La robotización y la maximización de los procesos industriales traen como consecuencia que el factor mano de obra se esté perdiendo, con lo que se logran burbujas de eficiencia productiva. Y es indiferente dónde se localicen». El CEO de Loop afirma que a muchas empresas chinas, por ejemplo, ya les resulta más rentable producir en Europa que en su propio país.

Que las empresas vuelvan a producir en sus territorios de origen tiene distintos impactos, en función del motivo del retorno. Sea cual sea, Flores piensa que el freno a la deslocalización de las empresas no enfría el proceso de globalización, simplemente lo normaliza. Y agrega que las fronteras productivas y corporativas siguen desplazándose, llevando un efecto de generación de trabajo y riqueza a otros continentes y países. «No hay que verlo como una recesión conceptual de la globalización. Es pura evolución», opina.

Y añade que otro aspecto, que sí está enfriando la globalización y puede levantar barreras artificiales, son las decisiones proteccionistas de un nacionalismo mal entendido de carácter político, como el provocado por los actuales populismos. «El futuro es de la escala, de la masa crítica y del trabajo en común», sentencia.

Frenazo del comercio

El comercio mundial, que en términos medios representa el 30% del PIB, se desaceleró ocho décimas durante el pasado ejercicio, en el que tan sólo avanzó un 1,9%. Y a pesar del tímido repunte que experimentó en el tramo final del año, en conjunto, su elasticidad aparente con respecto al PIB mundial volvió a disminuir. La economía, por su parte, creció un 3,1%. Es decir, que aunque el comercio crezca ahora 1,2 puntos porcentuales más que el PIB, habitualmente lo hacía a ritmos bastantes superiores. De hecho, en los años 90 lo hacía el doble de rápido.

El catedrático de la Universidad de Zaragoza recuerda que el mundo occidental había ganado con esta internacionalización y que la daba por irreversible. No obstante, acabó abruptamente, lo que provocó que los niveles de intercambios de 1913 no se volvieran a alcanzar hasta finales del siglo XX.

Mientras que el factor determinante del crecimiento del comercio a finales del XIX fue la reducción de los costes de transporte, en la actual etapa de internacionalización lo son las políticas de liberalización comercial, la superación de las tentaciones bilaterales y la adopción muy generalizada del multilateralismo. Y Serrano sostiene que el planteamiento de Trump parece buscar la contención del déficit comercial país por país, de ahí que señale con el dedo a China, Japón, Alemania y México, y que hable de denunciar los tratados multilaterales. «Es el camino más corto para acabar con la globalización», apostilla. Sin embargo, el BCE ha avisado al mandamás estadounidense de que las políticas comerciales proteccionistas pueden incrementar el déficit comercial, ya que participar en las cadenas globales aumenta las exportaciones.

Menos inversión

En cualquier caso, no todo es cuestión de EE UU. Pese a que el presidente chino, Xi Jingping, se postulara en Davos como máximo defensor de la globalización, «es retórica oportunista. China también mira la globalización exclusivamente desde la óptica de los intereses nacionales. Por eso no firma tratados en los que se hable de establecer garantías sobre las inversiones extranjeras. China hace inversiones estratégicas, pero allí apenas hay apuesta extranjera por falta de garantías de la propiedad», puntualiza Serrano.

La inversión extranjera en España se redujo un 1,2% en 2016. En términos netos –restando desinversiones-, el retroceso fue del 2,1%. No obstante, desde el Ministerio de Economía destacaron que el dato debe enmarcarse en un débil contexto internacional, caracterizado por las caídas generalizadas en los flujos de inversión.

El menor crecimiento de los emergentes, la incertidumbre política, el abaratamiento de los precios energéticos o la fragilidad del sector financiero son algunas de las causas que explican este menor dinamismo inversor. Sin embargo, los expertos también señalan el freno a las acciones de liberalización del comercio y el neo proteccionismo.

Roberto Azevêdo, director general de la OMC, resaltaba recientemente que el comercio y la inversión son cuestiones de desarrollo cada vez más importantes, y que dada la creciente interconexión entre flujos comerciales y de inversión, las iniciativas destinadas a ampliar el comercio mundial están cada vez más relacionadas con los aumentos de la inversión, en particular en los países en desarrollo. Pero hoy en día, lejos del proteccionismo y de ciertas políticas populistas, la transformación en curso de China podría originar caídas generalizadas, que si se prolongaran pondrían los fundamentos para una nueva recesión global.

Las actuales caídas de la inversión, ¿son un hecho aislado o indican una mutación de la tendencia? Javier Flores, responsable del Servicio de Estudios y Análisis de Asinver, considera que los cambios que se están produciendo en muchos ámbitos no son pasajeros, pero indica que, al menos en lo macro, se recupera la actividad industrial. «El consumo privado también es un apoyo importante junto a la confianza de inversores». Por ello, piensa que dejaremos atrás la situación. Flores cree que este año veremos flujos comerciales internacionales más fuertes. «No es descabellado afirmar que, si la política no lo impide, la recuperación del comercio mundial está en marcha».