
Análisis
La política monetaria de Trump
La independencia formal de la Fed debería blindarla frente las presiones políticas de Donald Trump

La Reserva Federal redujo la semana pasada sus tipos de interés en 25 puntos básicos, hasta el 4,25 %. Se trata del primer recorte de la era Trump. Según Jerome Powell, la decisión responde a señales de fatiga en el mercado laboral estadounidense y busca prevenir una desaceleración más profunda. No obstante, el propio Comité Federal de Mercado Abierto anticipa nuevos recortes hasta cerrar el año en el 3,75 %.
Pero nada de esto satisface a Donald Trump. El presidente presiona desde hace meses para que la Fed reduzca con mayor contundencia los tipos: incluso ha reclamado un 1 %. Más moderado, aunque también exigente, su secretario del Tesoro, Scott Bessent, defiende un nivel en torno al 3 %. La motivación es evidente: tipos bajos implican crédito abundante para dinamizar el crecimiento y, sobre todo, abaratar la enorme factura de intereses de un Tesoro que no deja de endeudarse.
La independencia formal de la Fed debería blindarla frente a este tipo de presiones políticas. Sin embargo, Trump ha encontrado un camino alternativo: colocar consejeros afines en el propio consejo de gobierno. El caso paradigmático es Stephen Miran, recientemente confirmado por el Senado. Miran no oculta su visión: la Fed debería tener como tercer mandato abaratar de manera estructural los tipos de interés a largo plazo para aliviar al Tesoro. En la reunión de ayer fue el único en defender un recorte de 50 puntos básicos y en pedir que los tipos terminen el año en el 3 %, exactamente lo mismo que exigía Bessent.
Estamos, por tanto, ante un proceso de colonización política de la Fed. Hoy esos peones son minoría, pero si Trump logra renovar más consejeros, incluida la presidencia, el sesgo expansivo terminará imponiéndose. El riesgo no es menor: la subordinación de la política monetaria a las necesidades fiscales del Tesoro es lo que los economistas denominan “dominancia fiscal”.
En tal escenario, la Fed ya no buscaría preservar la estabilidad de precios, sino facilitar la financiación barata de un gobierno permanentemente deficitario. Y si los inversores concluyen que el dólar ha dejado de ser un activo respaldado por un banco central comprometido con su valor, reducirán su demanda. No significa que vaya a dejar de ser la principal divisa de reserva internacional —no existe alternativa creíble—, pero sí que aumentará su sesgo inflacionista estructural.
En definitiva, cuanto más avance la colonización de la Fed por parte de Trump, más se deteriorará la credibilidad del dólar. Un dinero sometido a la disciplina fiscal del gobierno se convierte en un dinero peor y, por tanto, menos valioso.
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