Opinión
Los propósitos económicos de Año Nuevo: evitar que la deuda crezca 8,5 millones a la hora
El Tesoro tiene previsto realizar nuevas emisiones netas por valor de 65.000 millones, junto a la refinanciación de 185.000 millones en vencimientos
Tras comer las uvas al paso de unas campanadas que resuenan a ecos de un año que se desvanece y con las primeras luces de un nuevo año que toma vida, la gran mayoría de las personas comienzan a tejer una serie de nuevos propósitos y promesas de cambio y mejora. Desde hacer más deporte, ponerse en forma, beber menos, leer más libros, dejar de fumar, perder peso, ahorrar más, hacer un viaje, escribir un blog y toda esa retahíla de cosas que representan el anhelo de una oportunidad para reinventarse.
De igual forma, en el complejo teatro de las finanzas públicas, los gobiernos suelen escribir sus propósitos de Año Nuevo en los PGE pretendiendo poner en forma a la economía. En este sentido, como muchas familias, nuestros gobernantes deberían fijar un gran propósito, ahorrar más y perder peso en lo que a su deuda pública se refiere, ambos interconectados.
Así, el ahorro se convierte en un valioso aliado que permite crear un colchón financiero para afrontar los ciclos de recesión y poder liberarnos de las cadenas de una deuda que se presenta como una sombra alargada, limitando la prosperidad de nuestra economía. Sin embargo, el gasto improductivo embuchado en los presupuestos se convierte en la levadura que va engordando la masa de una deuda, cada vez mayor.
Durante el año 2023 la deuda pública ha crecido a un ritmo de 8,5 millones de euros cada hora, pero lejos de reducirla, el Tesoro tiene previsto realizar nuevas emisiones netas por valor de 65.000 millones, junto a la refinanciación de 185.000 millones en vencimientos, lo que nos atrapa en un ciclo interminable de préstamos.
Una adicción que viene de largo pero que ha sido fomentada por el BCE al darnos barra libre de esta droga financiera que funciona como una tarjeta de crédito “revolving”, donde los gastos y los intereses se aplazan automáticamente generando un efecto bola de nieve caracterizada por una implacable progresión gradual, creando una deudo-dependencia que compromete nuestra capacidad de pago y nos acerca, cada día más, a una situación de posible default futuro.
Como la droga, cada nuevo préstamo calma las tensiones financieras a corto plazo haciendo desaparecer temporalmente el “mono” que sufre el Estado. Pan para hoy que deja al país atrapado en una espiral de dependencia de la que es difícil escapar y que nos crea una ilusión temporal de bienestar, pero sus efectos a largo plazo son muy perjudiciales para nuestra salud financiera y para nuestra posición de solvencia a nivel internacional.
Es importante que consigamos romper el ciclo de la deuda y, para ello, necesitamos un serio compromiso de nuestros políticos para poder construir una sólida base económica con políticas fiscales responsables, desenganchándonos de esa droga que, como país, nos mata lentamente y nos hace vulnerables en el contexto internacional, en especial si desaparece nuestro proveedor, el BCE que, en 2025, dejará de refinanciar cualquiera de nuestros vencimientos de deuda, lo que nos obligará a acudir a los mercados a buscar la droga, donde los inversores nos aplicarán los criterios de riesgo, entre los que se encuentra el riesgo de ser rescatados y seamos los ciudadanos los que debamos apoquinar con nuestros depósitos, no sería la primera vez que ocurre en el mundo.
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