Análisis

Qué pasará cuando se cierre el grifo de los fondos europeos

El festival de dinero que inunda nuestra economía, está sosteniendo artificialmente un PIB que, sin esa muleta, mostraría la incapacidad de España para generar un crecimiento robusto

Pedro Sánchez comparece en la comisión Koldo en el Senado
Pedro SánchezGonzalo PérezLa Razón

De acuerdo con el relato oficial, somos la estrella económica de Europa y crecemos más que Alemania, Francia e Italia, todo un cohete interestelar impulsado por un milagro económico donde la mayoría de los analistas estiman que la economía española cerrará este año con un crecimiento del PIB del 2,9% lo que nos sitúa como el principal motor de la UE gracias al aumento de la demanda interna, impulsada por el consumo privado, el ahorro de las familias y la inversión. Para el año que viene, se espera una ligera moderación hasta el 2% dada la desaceleración esperada de nuestras exportaciones por las políticas arancelarias y la debilidad del resto de países europeos.

La reflexión que debemos hacer es si este crecimiento es real, sólido y sostenible, porque seguimos duplicando la tasa de paro de la eurozona y nuestra productividad avanza al ritmo de una tortuga con ciática mientras batimos cifras históricas en la recaudación fiscal. No parece lógico, por lo que muchos buscan la letra pequeña de este milagro que parece inexplicable conforme a las leyes de la economía y quizás la realidad sea menos épica de lo que nos cuentan ya que todo se debe al dopaje institucional con sello de Bruselas.

Y es que el festival de dinero que inunda nuestra economía, está sosteniendo artificialmente un PIB que, sin esa muleta, mostraría la incapacidad de España para generar un crecimiento robusto, es decir, que estamos viviendo una prosperidad prestada y temporal gracias a los fondos europeos y al crecimiento ilimitado de la deuda pública, con unas cifras de endeudamiento salvajes que conllevan el pago de 42.000 millones de euros en intereses, algo que en otro contexto, sería una señal de preocupación en vez de celebración.

Así pues, algunos disfrutan el momento sin darse cuenta de que la fiesta está pagada por otros y que, cuando se apaguen las luces, veremos que muchos de nuestros indicadores no brillaban por mérito propio sino por la iluminación externa y que estábamos presumiendo de músculo fiscal cuando realmente estábamos engordando con el dinero ajeno. Necesitamos menos propaganda y más realismo con reformas estructurales para cuando Bruselas cierre el grifo y el viento deje de soplar a favor.