Opinión
La ruina populista
No se fíen de aquellos políticos que les venden humo
Seguro que muchos recuerdan la expropiación-forzosa y sin negociación- a Repsol de su participación mayoritaria en la argentina YPF, nacionalizada desde 2012. Entonces, el régimen kirchnerista de Cristina Fernández pagó 5.000 millones de dólares a Repsol por el 51% de los títulos de YPF, en un «o lo tomas o lo dejas» que acabó en los tribunales y que, una década después, tiene sentencia firme. Porque esa compensación de 5.000 millones no tuvo en cuenta a los propietarios del otro 25% de YPF, los miembros de la familia argentina de banqueros Eskenazi.
Como YPF cotizaba en Wall Street, allí se planteó el pleito, para evitar que la contaminación política argentina y los cambalaches de intereses españoles con los sucesivos gobiernos australes impidieran una sentencia justa. Pues bien, la juez Loretta Preska, de la Corte del Distrito Sur de Nueva York, ha condenado a Argentina a pagar hasta 19.800 millones de dólares adicionales como justiprecio total de la expropiación, más los perjuicios ocasionados a los accionistas, ya que los Eskenazi, que habían comprado ese 25% con algunos créditos de Repsol, tuvieron que declarar en quiebra las empresas dueñas de esa participación.
En definitiva, además de lo pagado, ahora Argentina, con Cristina Fernández de Kirchner aún en el Gobierno pese a sus imputaciones, deberá abonar una millonada a Repsol y los Eskenazi por una empresa cuyos títulos valen la mitad que hace 30 años ya que, cuando comenzaron a cotizar en Wall Street en julio de 1993, estaban a 20,23 dólares y hoy se negocian a 11,6 dólares.
Echemos cuentas, el populismo kirchnerista les ha costado a los argentinos solo en esta operación hasta 25.000 millones de dólares por una empresa que, teniendo en cuenta la inflación acumulada en esos 30 años desde que comenzó a cotizar, hoy apenas vale 4.500 millones de dólares.
Hablemos claro. El populismo no es más que trilerismo político para saquear las cuentas públicas. No se fíen nunca de aquellos políticos que sólo venden humo, un mundo idílico en el que ellos les prometen que las harán más ricos, como no se fían tampoco de ese taller que les secuestra el coche y acaba sacándoles las tripas para liberarlo.
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