
Dinero
¡Viva el efectivo!
Muchos presumen de no llevar una sola moneda o billete en el bolsillo. Son muy libres de hacerlo, pero deberían ser conscientes de que están cediendo parcelas de su intimidad y libertad

En un reciente viaje a Japón he contemplado lo siguiente: muchos establecimientos (más de los que podríamos imaginar, sobre todo fuera de las grandes ciudades) que advertían, con un cartel en la puerta, que solo admitían pago en efectivo; justo, en la puerta de al lado, había una tienda o restaurante en el que solo admitían pagos mediante medios «modernos», desde tarjetas hasta los teléfonos móviles; finalmente me he encontrado con un tercer grupo en los que no había avisos y toleraban el pago de sus servicios tanto en efectivo como con medios electrónicos. Justo a principios de esta semana volvimos a vivir en una parte de España, y durante varias horas, una experiencia similar a lo que sucedió el día del apagón, cuando solo pudimos pagar una botella de agua o la compra en una tienda si llevabas euros en el bolsillo; esta vez ha sido por un fallo de ciertos servicios informáticos. He constatado que amplias capas de la población presumen de no tener una sola moneda o billete en el bolsillo y la cartera. Son muy libres de hacerlo, pero también deberían ser conscientes de que están cediendo parcelas de su intimidad y libertad, por la información que proporcionan abandonando el metálico, a Hacienda, entidades bancarias y otras empresas. Eso ya me parece grave, pero la cosa se complica todavía más si tenemos en cuenta que esos «apagones» puntuales de los sistemas de pago pueden ir a más en el futuro, por la guerra híbrida, por ejemplo.
En Australia hace ya unos años era prácticamente imposible pagar en efectivo por pequeña que fuese la cantidad y siguen así. En Suecia se ha estado impulsando el abandono de las monedas y billetes, pero en los últimos tiempos se han dado la vuelta y promueven los billetes y las monedas, entre otras razones, por motivos de seguridad. En España hemos asistido a una demonización del dinero en efectivo, asociándolo al fraude, a la economía sumergida y negra. El Gobierno del marido de Begoña ha limitado a determinadas cantidades los pagos que se pueden hacer en metálico, mientras, eso sí, algunos de sus miembros utilizaban los billetes que denominaban «chistorras» y el propio Sánchez admitía pagos en «cash». En fin, yo lo único que solicito es que me dejen pagar como quiera; que respeten mi libertad. No parece mucho pedir.
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