Editoriales
La mera táctica no es buena argamasa
Una coalición entre populares y ciudadanos sólo puede funcionar si se traslada a ese sector de los votantes constitucionalista que se trata de abordar una estrategia general de reunificación del centro derecha.
Los sondeos de intención de voto para las elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco, que ha elaborado «NC Report» para LA RAZÓN, mantienen, con ligeras variaciones, la previsión de una victoria por mayoría absoluta del candidato popular gallego, Alberto Núñez Feijóo, y de una victoria por mayoría simple del peneuvista Iñigo Urkullu. Sin embargo, la encuesta vascongada plantea una cuestión con mayor proyección nacional, la eficacia del pacto de coalición entre el Partido Popular y Ciudadanos, que es preciso abordar, entre otras razones, porque todo apunta a que el presidente de la Generalitat de Cataluña, Joaquim Torra, se dispone a convocar sus elecciones regionales para finales de septiembre o primeros de octubre y ya hay voces que insisten en la necesidad de que los partidos constitucionalistas en el Principado repitan la fórmula vasca.
A este respecto, y siempre con la salvedad de que nos hallamos ante simples proyecciones de votos, que en el caso del País Vasco suelen infravalorar los resultados del PP, lo cierto es que la alianza con Ciudadanos no sólo no suma a las expectativas de Carlos Iturgaiz, sino que la candidatura popular se ve penalizada por la irrupción de VOX, como, por otra parte, viene siendo previsible desde que el partido de Santiago Abascal despegara en las elecciones andaluzas. Sólo un liderazgo fuerte, asentado en el tiempo y con unas credenciales de buena gestión como el que representa Núñez Feijóo parece escapar a esta máxima. Por supuesto, las encuestas nos dicen que el crecimiento de VOX en las Vascongadas, donde pasaría de 800 a 19.000 votos, apenas significaría la obtención de un escaño en la Cámara autonómica y que, por el contrario, amenaza con costarle hasta tres diputados a los populares –Ciudadanos no tenía representación–, porque la coalición constitucionalista, como hemos señalado antes, perdería unos 38.000 sufragios respecto a los últimos comicios.
Es cierto que no todo el voto que deserta del PP se pasa a VOX, porque una parte se dirige al PNV, sin duda, preocupado por la posibilidad de una coalición de izquierdas, pero sí demuestra que hay apuestas políticas que parecen lógicas desde un plano teórico, incluso, convenientes, pero que los electores interpretan como meros movimientos tacticistas, sin más recorrido. Si bien es forzoso esperar al resultado de las urnas, lo cierto es que la continuidad natural del acuerdo entre las dos formaciones de centro derecha que debería darse en Cataluña está cada vez más en el aire, aunque la situación de partida diste mucho de la que había en el País Vasco.
No sólo Ciudadanos fue el partido más votado en el las últimas elecciones catalanas, sino que el Partido Popular, pese a su innegable retroceso, mantiene una presencia de larga data en la región, lo que le ha permitido retener unos apoyos nada desdeñables, pese a haber sido objeto de una campaña de deslegitimación brutal, inconcebible en una democracia, por parte de los nacionalistas y de la izquierda. Desde esta perspectiva, es probable que una coalición entre populares y ciudadanos pudiera tener mayores réditos, pero, a nuestro entender, sólo si se traslada a ese sector de los votantes constitucionalista que se trata de una estrategia general, de reunificación del centro derecha, y no de un mero tacticismo, por muy lleno de buena voluntad que se presente. Y, ahí, surge un problema que no es posible obviar y que tiene mucho que ver con el cambio de posición que el partido naranja ha adoptado en el Parlamento nacional, brindando apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez. Porque, en estos momentos, los electores de ambas formaciones ya están decantados ideológicamente y sólo un proyecto con luces largas y sobre bases sólidas podría funcionar. Que conviene a la Nación, sin duda. Que sea posible, está por ver.
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