Editoriales

La vigencia del orden constitucional

Hay una operación de puerta trasera contra la democracia que no prosperará»

La vigencia del orden constitucional
La vigencia del orden constitucionalJesús HellínEuropa Press

En torno a una formación política de extrema izquierda de reciente creación, Unidas Podemos, pero que, en realidad, apenas recoge el voto de las viejas formaciones comunistas, se está conformando una alianza contra el actual marco constitucional que no tendría mayor trascendencia de no ser porque la actual debilidad del socialismo español ofrece a estos teorizantes de la revolución una dimensión pública desproporcionada al peso de sus apoyos. De ahí que, enfrentados a las reglas del juego que se dieron los españoles hace ya 42 años, pretendan forzar la caída de lo que despreciativamente llaman el régimen de la Transición por la vía de los hechos en una estrategia que no conviene desdeñar, más si al frente del proceso se encuentran gentes directamente vinculadas con la imposición del modelo socialista bolivariano de Venezuela.

En este sentido, que todo un vicepresidente de un gobierno de España, como es Pablo Iglesias, se permita el desahogo de situar fuera de la democracia al principal partido de la oposición, no pasaría de ser una mera fanfarronada sino fuera porque reproduce, desde el poder político de turno, esa misma estrategia que denunciamos y que tiene en la deslegitimación del adversario y en la búsqueda del control del Poder Judicial dos de los movimientos tácticos obligados. Hay que insistir en ello, porque sólo desde la palanca que concede el Consejo de Ministros y, por ende, el Boletín Oficial del Estado, adquieren perniciosa influencia los partidos de corte separatista, como ERC y Bildu, cuyas reivindicaciones, por hallarse completamente fuera del pacto constitucional, estaban destinadas a chocar con el imperio de la Ley. Esa conjunción de la izquierda populista y los nacionalismos tienen la indeseada virtud de tensionar la vida pública española, enrareciendo la normal convivencia ciudadana, mientras se procura el debilitamiento de las altas instituciones y la deslegitimación del actual sistema democrático.

Pero una vez advertida esta operación de «puerta trasera», más falaz por cuanto se produce en unos momentos de tribulación nacional, es preciso recalcar la fortaleza de nuestra democracia, respaldada un por cuerpo social mayoritario y menos permeable a la propaganda de lo que esperan los promotores de esa especie de ruptura política sobrevenida. La vigencia de nuestro ordenamiento constitucional es evidente y, además, dispone de eficaces instrumentos para su preservación. España no es sólo una de las escasas democracias plenas que existen en el mundo, sino que ha demostrado que es capaz de defender las libertades de sus ciudadanos, incluso, en los peores embates del terrorismo y en las crisis sociales y económicas más graves. Y volverá a hacerlo.