Editoriales
El partidismo tiene que dar una tregua
Cabe esperar que desde La Moncloa se deje de hostigar a los gobiernos autonómicos
No faltaba a la verdad el portavoz de Ciudadanos en las Cortes de Castilla y León, David Castaño, cuando advertía al líder socialista, Luis Tudanca, de que cuando se carecen de razones objetivas para defender una moción de censura la única salida es recurrir a la descripción del apocalipsis. En efecto, la defensa de la moción por parte del candidato del PSOE, con el recurso habitual de «estirar el chicle» de la corrupción de los populares y descalificar en lo absoluto la acción de gobierno, fue la demostración más clara de que la maniobra política venía impuesta desde fuera de la comunidad y, por lo visto, sólo fiada a la debilidad interna del partido naranja, puesto que la única posibilidad de éxito estribaba en conseguir el número suficiente de procuradores tránsfugas, lo que no ocurrió.
No es fácil seguir el proceso de toma de decisiones que ha llevado a Pedro Sánchez a dar este paso en falso, aunque sólo sea porque debilitar la posición de quien, supuestamente, se desea convertir en aliado, es decir de Inés Arrimadas, no responde a la menor lógica política. Ciertamente, tanto en Murcia como en Castilla y León, las mociones de censura socialistas han conseguido desgastar a los ejecutivos de coalición entre el PP y Ciudadanos, pero que ese desgaste sirva en el medio plazo al partido del Gobierno no parece sencillo. Más aún, cuando la opinión pública ha asistido a espectáculos tan bochornosos para los votantes de izquierdas como el de ver a sus representantes saltarse cualquier línea roja ideológica con tal de allegar los apoyos que les faltaban. Que hablen de transfuguismo quienes trataron de recabar los votos de tres diputados díscolos de Vox es, sin duda, alcanzar la cima del maniqueísmo y el doble rasero.
En Castilla y León, además, se partía de una situación de clara estabilidad política tras el llamado «pacto de reconstrucción» suscrito por PSOE, PP, Ciudadanos y Unidas Podemos al estallar la pandemia del coronavirus, que, entre otras cuestiones, había arrancado el compromiso del Gobierno de la Junta de paralizar la suspensión de los impuestos de donaciones y sucesiones, pacto que los socialistas ha hecho saltar por los aires. Ahora, sólo cabe esperar que desde La Moncloa se deje de hostigar a los gobiernos regionales, por lo menos, mientras permanezca la situación de emergencia sanitaria. Si ya la actitud de los dirigentes socialistas trasluce cierta falta de respeto hacia el modelo autonómico, que se haga cuando desde el propio Ejecutivo central se ha trasladado la mayor parte de la responsabilidad en la lucha contra el coronavirus a las autonomías merece, sí, la mayor de las censuras. Porque, España, en su conjunto, necesita estabilidad política ante una crisis social y económica sin precedentes, cuya evolución nadie está en condiciones de predecir.
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