Editoriales

Freno a la deriva de la izquierda radical

«Muchos ciudadanos creen que el centro derecha es una alternativa y le darán su voto»

Si algo ha dejado claro esta campaña electoral de Madrid es que la izquierda ha retrocedido hacia un activismo atávico y sectario, no ha sido capaz de entender que los ciudadanos están más allá de la agitación política y que, en momentos de crisis como el actual, se valora más la decisión en la toma de medidas y la cercanía a los problemas reales que sus empachos ideológicos. Es más, un Pablo Iglesias desatado y jugueteando con la violencia ha arrastrado a los tercios más peligros al PSOE que, curiosamente, ha sido superado en moderación por Más Madrid.

El bloque de izquierdas, emulando a un frente popular guerracivilista, ha querido arrinconar a Díaz Ayuso contra las tablas con las peores artes posibles. Pero para que la mentira cuaje hace falta que los hechos en algo les dé la razón. Y no ha sido así. Pedro Sánchez y La Moncloa diseñaron una campaña «contra Madrid», eligiendo a su presidenta como objetivo a batir, sin admitir que desde la Puerta del Sol se tomaron medidas durante esta pandemia que, primero negadas por el Gobierno, al final eran aceptadas. En segundo lugar, intentar salvar en lo posible la economía que sostiene el día de las ciudades y pueblos de la región era un objetivo que debía compatibilizarse necesariamente con garantizar la salud. Hasta el candidato socialista, Ángel Gabilondo, admitió que él tampoco hubiera cerrado la hostelería.

La ridiculización de la candidata popular solo satisface a sus adversarios, pero ni siquiera al conjunto del votante de izquierdas. Por su puesto que el denominado «efecto Ayuso» hay una componente política de primer orden: mientras la coalición izquierdista de Sánchez e Iglesias ensayaban con «guerras culturales», utilizaban el pasado –siempre el franquismo–, fabricaban políticas de género antifeministas y se aliaban con el independentismo y sus facciones más violentas, el gobierno popular de Madrid fraguó una opción liberal en lo económico, con una política fiscal que ha sido clave en el despegue económico de la región, y desarrollando una cultura de apertura y tolerancia frente a los esencialismos nacionalista e izquierdista.

En política están todos los errores inventados, pero hay uno que suele ser catastrófico: minusvalorar al adversario. Y eso es lo que ha pasado con Díaz Ayuso, que ha sido despreciada desde la atalaya moral de la izquierda, sin comprender que existe una corriente a favor de una política positiva y abierta. Efectivamente, ha demostrado que existe una alternativa que no necesita la credencial que extiende un supuesto progresismo hoy convertido en una rémora reaccionaria que no ha comprendido el dinamismo de la Comunidad de Madrid. Muchas ciudadanos creen que el centro derecha puede articular un gobierno que trabaje para el conjunto de la sociedad, para el progreso y la libertad, y recibirá su voto. Es necesario frenar la deriva de esta izquierda radical.