Editorial
Israel y su derecho a la legítima defensa
«Los terroristas de Hamás no quieren liberar Palestina, buscan aniquilar el estado hebreo»
Para abordar adecuadamente el drama de Oriente Medio, hay que manejar inexcusablemente una clave que debe marcar la perspectiva de cualquier análisis. Israel es la única democracia consolidada en la región, homologable en derechos y libertades a las más avanzadas del mundo, a diferencia de todos los estados árabes que la rodean, sometidos a teocracias o satrapías que sojuzgan a sus sociedades en nombre de la sharía y valores del medievo. En las naciones del islam, también en los territorios palestinos, los gobernantes no rinden cuentas por sus actos ante nadie. No existe un control del poder y menos aún de las finanzas públicas que manejan entre el íntimo círculo de los gerifaltes de turno. En el estado hebreo, el control parlamentario y judicial, también el escrutinio mediático, es tal que ni siquiera los mandatarios se escapan de ver depuradas sus presuntas tropelías en los tribunales. Hay, por tanto, diferencias abismales entre sociedades estructuradas democráticamente y otras oprimidas por el poder político y religioso. En este conflicto endémico, Israel lucha por su derecho a existir y en virtud de ello se defiende de aquellos que le atacan conforme a los códigos internacionales. La historia de las últimas décadas es una crónica ininterrumpida de la obsesión árabe por erradicar al pueblo judío. Hoy, asistimos al enésimo embate de los terroristas de Hamás en su persecución genocida de hombres y mujeres libres que se ganaron su derecho a vivir en paz en su propio estado. Se falta a la verdad cuando se presenta al grupo criminal palestino como un movimiento que aspira a liberar a su pueblo de la opresión del ocupante y enemigo sionista. Sencillamente, es el brazo ejecutor de los intereses estratégicos de Irán, al igual que Hizbulá en Líbano, en la pretensión de los ayatolás de incendiar la región, exportar el odio a Israel y de paso arrumbar a los regímenes suníes, grandes adversarios en su alocada fijación por imponer su dogma y dominar todo el islam. Hamás no combate ni asesina por la libertad ni por la democracia ni por mejorar las condiciones de vida de los palestinos. De hecho, hace 15 años que no hay elecciones en Gaza y Cisjordania, donde la población palestina es rehén no del estado judío, sino de grupos criminales como Hamás que persiguen a la disidencia, usan a civiles como escudos humanos y disponen los recursos disponibles para financiar actos terroristas y no para aliviar la miseria que campa a sus anchas. Quienes ponen el foco para desvirtuar y pervertir los hechos en el desequilibrio de fuerzas podrían reparar en los 2.500 misiles lanzados contra la población civil de Israel para intentar desbordar su escudo aéreo de defensa. La principal misión de un Gobierno es proteger a su población y no se le puede pedir a un dirigente que no explote todos los recursos disponibles para tal fin. El derecho a la defensa es legítimo, una exigencia ética e irreprochable por el mundo libre. Como siempre, y en España lo sabemos bien, el enemigo es el terrorista.
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