Editorial

El PSOE busca otro perfil de votante

La «ley trans» es la desautorización del viejo feminismo socialista

Más allá de los problemas de todo tipo que presenta la ley transgénero impulsada por la ministra de Igualdad, Irene Montero, que sólo obtuvo la luz verde tras un agrio y público enfrentamiento en el seno del Gabinete de coalición, nos hallamos ante un significativo corrimiento ideológico en el campo del feminismo, dominado de antiguo por organizaciones vinculadas al PSOE, hacia la adopción de los postulados más radicales de la llamada «teoría queer», que ha ido ganando terreno en el ámbito de la extrema izquierda, y que mantienen que la identidad sexual es una construcción social ajena a la realidad biológica.

Esta posición, que desemboca en la reclamación de un derecho a la autoderminación de género, sin más requisitos que la mera voluntad del sujeto, hay ido ganando fuerza a partir del desarrollo de las organizaciones LGTB, y ha transformado la defensa de la igualdad y de los derechos de las mujeres en un conflicto de carácter global contra un supuesto heteropatriarcado, conformador de la sociedad actual y, por lo tanto, principal obstáculo para el desarrollo de las libertades sexuales y los derechos de las minorías no normalizadas. Por supuesto, la «teoría queer» no ha sido aceptada por el feminismo más tradicional, ya decimos que encarnado en el PSOE, porque consideran que se trata de un desviacionismo que borra la lucha de décadas por los derechos de la mujer y pone en peligro los avances en materia social, laboral y educativa –dentro del modelo de discriminación positiva– al negar el hecho biológico del sexo, como determinante del género.

Y es por ello, que la aprobación de la ley Montero puede interpretarse como la derrota sin paliativos de un sector de las mujeres socialistas, que encabeza la todavía vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el primer indicio firme de que la actual dirección del PSOE busca un nuevo espacio electoral entre unos movimientos sociales, mosaico de minorías, actualmente asociados a las formaciones de extrema izquierda, en la inteligencia de que el modelo político socialdemócrata puede considerarse agotado y obsoleto en un mundo globalizado y en que prima la economía de mercado a gran escala. La inminente renovación del Consejo de Ministro que encara Pedro Sánchez nos dirá hasta qué punto pretende llevar esta deriva ideológica que, por fuerza, deja en el camino a un sector de sus antiguos votantes, que ven con recelo cómo las minorías imponen el modelo social.