Editoriales

Joe Biden añade al error la ignominia

Si Occidente no fue a extender la democracia, sólo fue un acto egoísta

El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, no sólo se ha negado a reconocer cualquier incumbencia propia en la gestión del fiasco de Afganistán, sino que ha cargado las culpas sobre el Gobierno de Kabul y a su Ejército al que acusó de falta de voluntad de lucha frente al enemigo, pese al abrumador número de bajas sufridas por los soldados afganos, más de 60.000 muertos, a los que, sin previo aviso, se retiró el apoyo militar de la coalición internacional.

Pero, no contento con esa exención de la responsabilidad, verdadero insulto a la razón, el inquilino de la Casa Blanca añadió a su error la ignominia de reconocer que la intervención militar en el país asiático, que se llevó a cabo bajo el lema «Libertad Duradera», nunca tuvo la intención de exportar la democracia y el respeto a los derechos humanos, sino proteger a los Estados Unidos del terrorismo y castigar a los autores de los atentados del 11 de septiembre, lo que se consiguió con la captura y ejecución extrajudicial de Ben Laden.

Cabe preguntarse por qué, una vez conseguido el objetivo de la desarticulación del poder talibán y la destrucción de las principales infraestructuras del país, se prolongó la misión antiterrorista durante 20 años, pero, sobre todo, por qué se impelió a los afganos a conformar una Asamblea de elección universal y un ejecutivo de extracción democrática, instituciones a las que, al parecer, el gobierno de Washington no concedía la menor credibilidad ni otorgaba el menor respeto, pero, sobre todo, por qué se arrastró a la ONU y a la OTAN a una intervención militar que visaba preferentemente la seguridad de Estados Unidos.

Con un problema añadido, y no menor, que algunos millones de afganos se creyeron las palabras de buena voluntad de los países occidentales y lucharon por poner en pie una democracia, imperfecta, claro, pero no gratuita, porque a las decenas de miles de soldados y policías afganos muertos en la guerra contra el talibán hay que sumar los dos centenares de miles de civiles que murieron en el fuego cruzado, que perdieron la vida en los atentados con bomba o que fueron directamente asesinados por los insurgentes. Joe Biden ha hecho buenas las acusaciones de la izquierda radical y de los movimientos islamistas de que la política exterior occidental sólo responde a la defensa de los propios intereses o a la venganza. En cualquier caso, un acto egoísta que nunca tuvo en cuenta los derechos o el bienestar de los pueblos sobre los que caían las bombas.