Editoriales

Europa, ante otra crisis migratoria

La pretensión de que los afganos se queden en Pakistán o Irán, no es creíble

Las escenas de caos en el aeropuerto de Kabul, más dramáticas a medida que las milicias de los talibanes van extendiendo su aparato represivo, augura una nueva crisis de refugiados como la que provocó la guerra civil siria en 2015, con más de un millón de personas tratando de hallar refugio en la Unión Europea. Si, entonces, fue la canciller alemana, Angela Merkel, la que optó, frente a las prevenciones del resto de los socios, por una política de puertas abiertas, con las consecuentes tensiones internas y el refuerzo de las formaciones nacionalistas germanas, hoy, como ha demostrado la reunión consultiva de ministros del Interior de la UE, parece existir un acuerdo tácito para que esa situación no se vuelva a repetir.

Por supuesto, pocos gobiernos europeos, salvo los cuatro que forman el grupo de Visegrado –Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia–, van a plantear políticas frontales de rechazo a los refugiados, al menos, mientras la opinión pública siga conmocionada por la tragedia afgana, en la que mujeres y niños son las principales víctimas. Pero la situación cambiará a medida que se vaya rescatando a quienes trabajaron con los soldados occidentales y Afganistán desaparezca de las primeras páginas de los periódicos.

Sin embargo, parece inevitable que a esa inmigración controlada, que se calcula en unos 20.000 afganos, la mayoría en proceso de tránsito hacia Estados Unidos, le suceda un movimiento de las dimensiones que alcanzó el sirio, nada improbable si tenemos en cuenta que las atrocidades de los talibanes y del Estado Islámico durante esta última guerra han provocado más de tres millones de desplazados internos, que buscarán salir del país junto con muchos otros que vivían en la relativa seguridad de las grandes ciudades.

No vamos a caer en angelismos reclamando una política migratoria y de refugio común y articulada para la Unión Europea, pero sí advertir de que la solución ya trillada de que sean Turquía e Irán quienes se ocupen de acoger en sus territorios a los millones de refugiados que se esperan, no parece creíble o, en todo caso, supondría un coste político y económico difícilmente asumible. Menos aún en Pakistán, que acoge a más de tres millones de afganos en los distritos fronterizos. Serán, pues, Grecia, Italia, Francia y España quienes tendrán que afrontar la crisis en primera línea. Y no bastará con montar un centro de acogida en Torrejón.