Política

Un Congreso para la continuidad

Los barones y los militantes se sienten cómodos con la autoridad personal de Pedro Sánchez que los ha devuelto a La Moncloa con todo lo que supone

El PSOE se ha citado en Valencia para la celebración de su 40 Congreso Federal. El partido llega al cónclave con pocas novedades a nivel interno y se da casi por seguro que tampoco las habrá de puertas para fuera salvo los tradicionales anuncios de relumbrón propagandista. No hay discusión sobre el incuestionable liderazgo de Pedro Sánchez y menos todavía sobre las decisiones que han afectado a la renovación de nombres entre sus colaboradores en la dirección del partido. Esa línea continuista, que será refrendada en la asamblea socialista, se aplicará al discurso y la estrategia. No se atisban pues sobresaltos en una cita que será una balsa de aceite porque también en estos tiempos el que se mueve no sale en la foto, como ocurre, por lo demás, en prácticamente todos los partidos políticos españoles. En este punto, hay que ponderar la audacia y la sagacidad de Pedro Sánchez que entendió antes que nadie que la democracia interna no hace bien alguno al líder, porque, al igual que lo devolvió a la Secretaría General en su momento, podía removerlo en función de las coyunturas, los intereses y las traiciones. Por lo tanto, el PSOE es mucho más sanchista cada día y menos socialista. Al menos mientras se gane. El poder siempre ha justificado el cierre de filas y ha relativizado cualquier tentativa disidente en la organización. Hasta ahora, no parece que esta deriva de las históricas siglas preocupe lo más mínimo ni a los barones ni a los militantes, que se sienten cómodos con la autoridad personal que los ha devuelto a La Moncloa con todo lo que supone. Esa adhesión se refleja en la encuesta de NC Report en la que los electores socialistas exhiben fidelidad de voto (82%), confían en la victoria electoral (69%), valoran positivamente al gobierno de coalición (72%) y solo reprochan los acuerdos con separatistas y proetarras (poco más del 50%). No es un clamor, pero casi, y eso siempre es perturbador a medio-largo plazo para un partido aletargado, de pulso quieto. Se ha llegado a Valencia no para discutir el rumbo, la identidad y ni siquiera de encuestas, todas ellas decepcionantes a día de hoy, incluida la última del CIS de ayer. Hay un empeño por el autobombo y el escaparate para que el PSOE pueda tomar un segundo aire que invierta la caída pronunciada en los sondeos y permita reencontrar la iniciativa perdida, siempre inquietante para un partido en el gobierno. No está en cuestión, ni siquiera se plantea, que el presente y el futuro de los socialistas españoles se ajusten hoy a los designios de su líder, sin contrapesos ni equilibrios cautelosos. El problema surgirá cuando llegue la derrota, que sin duda lo hará, y el partido se diluya con Sánchez como ha ocurrido con otras franquicias socialistas de Europa que parecían intocables y eternas.