Cuba

La libertad de Cuba como urgencia moral

Que se elogie a la revolución criminal desde los despachos del gobierno de España es razón de oprobio y deshonra.

Los cubanos están hoy convocados a una jornada de protesta contra la dictadura y a favor de la libertad, los derechos humanos y la excarcelación de los presos políticos. No será un día sencillo para los valientes que se atrevan a movilizarse. La dictadura se ha empleado a fondo para sabotear la protesta pacífica del 15-N, convocada por el grupo Archipiélago, con una estrategia de presiones sin precedentes que ha incluido, además de por ejemplo atropellos contra la prensa internacional como la retirada de credenciales a la agencia Efe, actos de repudio, ofensivas mediáticas de descrédito, arrestos arbitrarios, intimidaciones a las familias y despidos laborales. También severas condenas a los detenidos durante las últimas protestas del 11 de julio, y el aviso de que aquellos que se pronuncien de forma pública podrían enfrentarse a una pena por sedición de 20 años de cárcel. Es un hecho que manifestarse contra la tiranía en la isla prisión puede costar la vida o el encierro inclemente. Los que abrazan la causa de la libertad frente al régimen autoritario más longevo y sanguinario están revestidos de un coraje y una dignidad que merecen todo nuestro respeto y apoyo, y que debería remover la adhesión y la defensa de los gobiernos y las sociedades democráticas. Especialmente, España, por nuestros lazos históricos, culturales y sentimentales con el pueblo cubano. Díaz Canel y su temible aparato policial y militar han probado que no cederán milímetro alguno a los anhelos de una ciudadanía harta de haber vivido subyugada durante seis décadas por una oligarquía comunista, abyecta y corrupta que ha expoliado el país. Tras las protestas del 11 de julio, mil personas fueron detenidas y 659 siguen hoy presas. La represión más salvaje y arbitraria es el mensaje que campa por las avenidas en manos de los esbirros castristas. Hoy, pese a todo, se escucharán gritos de libertad en La Habana y otras ciudades porque prende el germen de una resistencia fortalecida en las jóvenes generaciones de cubanos y amparada en las nuevas tecnologías que salvan barreras y fronteras antes inexpugnables para que los mensajes lleguen y calen. En los últimos años, con Pedro Sánchez en la Moncloa y Josep Borrell en Bruselas, el papel de la diplomacia española, así como el de la europea, ha sido de una irrelevancia complaciente y desoladora. Peor aún, que adalides de la tiranía castrista, autora de innumerables crímenes, también contra la humanidad, profiera sus soflamas contra la disidencia y elogie a la revolución criminal desde los despachos del gobierno de España es razón de oprobio y deshonra. Que Cuba recupere la libertad arrebatada y que se haga justicia a las víctimas es un deber y una urgencia moral para la comunidad internacional. Cada cubano asesinado, torturado y humillado recae sobra las conciencias y el debe de las cancillerías que se sientan a ver desfilar los cadáveres de los inocentes.