Editorial
Los socios de Sánchez ya marcan distancias
Mientras el Gobierno hace los primeros preparativos para asumir la presidencia europea en 2023, sus socios parlamentarios no se recatan a la hora de marcar distancias con el Ejecutivo, conscientes, sin duda, de que a medida que progrese la legislatura verán reducirse su margen de presión sobre un Pedro Sánchez convencido de que ya ha hecho lo más difícil, como es sacar adelante los Presupuestos del Estado, susceptibles, claro, de la oportuna prórroga.
En esta línea, ayer, la presidenta del PNV en Vizcaya, Itxaso Atutxa, advertía a La Moncloa de que dos años, el plazo marcado para las próximas elecciones generales, «es mucho tiempo» cuando se carece de mayoría parlamentaria. Y aprovechaba para poner de nuevo sobre la mesa las exigencias del nacionalismo vasco sobre la transferencia del Ingreso Mínimo Vital y la prevalencia territorial de los convenios colectivos, algo que está fuera de la reforma laboral pactada con los sectores sociales. Pero la dirigente peneuvista fue más allá al señalar que la estrategia gubernamental del miedo a la ultraderecha, como vía para atar los actuales apoyos parlamentarios, que no es legítimo en política «amenazar a nadie con el miedo».
Esta misma reflexión está implícita en la última intervención pública del presidente de la Generalitat y dirigente de ERC, Pere Aragonés, urgiendo a Pedro Sánchez a pactar un referéndum de autodeterminación en Cataluña, con el argumento de que se acaba el tiempo, lo que supone dar por descontada la derrota socialista en los próximos comicios. Y, por último, pero no menos significativo, tenemos a sus socios de coalición, Unidas Podemos, tratando de mantener viva la polémica de las macro granjas, en el convencimiento de que marcar un perfil propio en el ámbito del ecologismo más radical les beneficia electoralmente y desgasta al PSOE.
De cualquier forma, será en la convalidación del decreto de la reforma laboral, rechazado, al menos, declarativamente, por ERC, PNV y Bildu, cuando veamos el alcance real de este supuesto distanciamiento de unos aliados parlamentarios que, por supuesto, tienen que responder ante unos electores, que están siendo tentados por los adversarios directos, caso de ERC en Cataluña, o que ven en peligro su hegemonía, como le ocurre al PNV ante una posible pinza entre Bildu y los socialistas vascos. Es evidente que para el jefe del Ejecutivo, también para el PSOE, claro, el recurso al expediente fácil de dar curso a las demandas de los nacionalistas choca con dos señalados obstáculos, como son el rechazo, en un caso, de sus votantes, que se acusa en todas las encuestas, y la imposibilidad, en el otro, de hacer unas concesiones que contravienen el marco constitucional. Es algo que todos los protagonistas saben, sólo falta que se pongan las carta sobre la mesa.
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