Editoriales

Una ley con muchos daños colaterales

Tal vez, el recurso a la «geometría variable» haya servido a Pedro Sánchez para librar el escollo de la reforma laboral, pero, lo cierto, es que ha sido un error de un diputado popular el que, a la postre, le ha salvado la legislatura. Desde luego, a un coste político que no conviene desdeñar, por cuanto debilita a una figura prominente de su Gabinete, como es la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz; explicita la profunda división que se vive en el seno del Gobierno y demuestra la debilidad parlamentaria de la coalición, que ha salvado los muebles in extremis y gracias al incalificable error de unos partidos del centroderecha, principalmente, Ciudadanos, que han actuado en contra de la opinión de sus electores. Si, además, le sumamos la pérdida de autoridad que ha sufrido la CEOE por la incomprensible actitud de su presidente, Antonio Garamendi, aceptando una reforma legislativa que vuelve a perjudicar a los sectores más débiles del empresariado, pero que son los que más empleo crean, concluiremos que la aprobación de esta ley, que se quería estrella de la legislatura, ha causado muchos daños colaterales, sobre todo, entre sus más directos promotores.

No es, por supuesto, el caso de ERC, que ha demostrado coherencia con sus postulados políticos, por más que discrepemos sobre su visión estatalista del mercado laboral, y firmeza a la hora de llevar al sector más radical del Gobierno a enfrentar sus propias contradicciones. Tampoco el Partido Popular, al que se le pedía impúdicamente que avalara, sin negociación previa ni contrapartida alguna, la reforma de una ley de su cosecha que, además, ha demostrado con creces su eficacia a la hora de paliar las graves consecuencias económicas y sociales de la pandemia. De ahí, dicho sea de paso, que no entienda que la ministra que impulsó la ley, Fátima Báñez, se haya alineado con el Gobierno. Exactamente lo que ha hecho Ciudadanos, proporcionando una salida airosa al presidente del Gobierno, sin negociación previa ni contrapartida alguna, y bajo la excusa pueril de actuar de contrapeso a unos partidos nacionalistas a los que, sin embargo, deja expedito el camino para reanudar sus políticas de apoyo gubernamental, una vez salvado el escollo de la reforma laboral. Probablemente, asistamos al canto del cisne de la formación naranja, que pagará caro entre sus simpatizantes el minuto de gloria conseguido.

Caso aparte es el de UPN. Aunque, como parece, sus dos diputados se han rebelado ante la imposición de su presidente, Javier Esparza, y han votado en contra de la reforma, el daño para la formación foralista ya estaba hecho desde el mismo momento es que se anunció su respaldo a un gobierno que mantiene diversos acuerdos con los proetarras de Bildu. Por último, pero no menos importante, se ha aprobado una ley que, objetivamente, no hace más que empeorar el mercado de trabajo, por más que se presente como un mal menor.