Editoriales
Un liderazgo sólido para un nuevo ciclo
Nadie debería esperar que la peripecia política que aguarda a Alberto Núñez Feijóo vaya a convertirse en un desfile triunfal a La Moncloa, pero, con ser muchas las dificultades, lo cierto es que el futuro presidente popular reúne en sí mismo algunas de las virtudes políticas que contribuyeron, primero, al éxito de la Transición y, después, a la consolidación del proceso democrático español.
Ciertamente, si se examina con sana distancia la reciente historia de España, es fácil concluir que la anomalía no estriba en la existencia del bipartidismo, sino en la actual fragmentación política, originada en las turbulencias de la peor crisis económica y financiera vivida por el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, que favoreció el resurgimiento de los populismos de izquierda y de derecha, extremando, en la implacable dinámica de la acción-reacción, unas posiciones ideológicas que eran ajenas a la mayoría de los ciudadanos, pero que, a la postre, acabaron por arrastrar a la pugna partidaria a los propios partidos mayoritarios, hasta entonces, instalados en el moderantismo y en la praxis de las democracias de corte europeo y occidental.
Fue, sin duda, el PSOE, el primero que sufrió el embate de esos nuevos populismos de izquierda radical, un neocomunismo que, frustrado por una realidad económica y social que determina los márgenes de actuación, ha tenido que buscar nuevas señas de identidad en ámbitos, como el género o el medio ambiente, más próximos a conceptos morales que políticos, y que, en consecuencia, desdibujaron a una socialdemocracia que se precipitó en barrena electoral.
También el Partido Popular vio surgir a su derecha una formación de tintes populistas, en la tradición de los más conspicuos partidos conservadores y, ciertamente, retroalimentada por los excesos nacionalistas, que, en un sistema electoral como el nuestro, sólo podía lastrar la posibilidades del centro derecha. Es ahí, en la reconstrucción de una alternativa política y económica alejada de maximalismos; en la recuperación del rumbo constitucional de nuestro modelo autonómico y, sobre todo, en la preeminencia de la libertad individual frente a las imposiciones de la nueva moralidad progresista donde la figura sólida y alejada de radicalismos de Núñez Feijóo puede marcar la diferencia. Una manera de entender la legítima pugna partidista que puede resumirse en esta frase del político gallego: «No he venido a insultar a Sánchez; he venido a derrotarle en las urnas». Por supuesto, no lo tendrá fácil, comenzando porque debe llevar a cabo una reorganización interna que atempere las pasiones de la reciente batalla, pero si alguien puede encarnar el cambio de ciclo político con probabilidad de éxito es un dirigente popular como Feijóo, capaz de llevar a Pedro Sánchez a sus propias y evidentes contradicciones.
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