Editorial

Firmeza frente a los señuelos de paz rusos

Nada podría ser mejor que la confirmación de que el Kremlin está dispuesto a llegar a un modus vivendi con Ucrania que, en último término, respetara su soberanía, pero en el terreno de los hechos sólo contamos con unas declaraciones de parte, la del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguey Lavrov, que apuntan a una propuesta de quince puntos que, en el mejor de los casos, supondría hipotecar el futuro de los ucranianos, a quienes se exigiría la renuncia a cualquier asociación con las democracias occidentales. El camino parecería expedito una vez que el propio presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski, ha asumido públicamente que su país no será miembro de la Alianza Atlántica, pero, aunque fuera cierto, lo que está en juego va más allá del presente conflicto, pues supondría aceptar que una potencia nuclear como Rusia pueda dictar los destinos de sus vecinos, contraviniendo los principios más básicos del derecho internacional.

Por otra parte, no cabe duda de que cualquier noticia que alumbre la posibilidad de poner fin a esta matanza terrible va a ser recibida con esperanza por una opinión pública europea volcada con el sufrimiento de los ucranianos, pero, por duro que resulte decirlo, hay que mantener la guardia alta y no caer en los señuelos de paz que pueda lanzar el presidente ruso, Vladimir Putin, al que se le han venido abajo los planes de una guerra rápida, quirúrgica, en la que los soldados rusos iban a ser recibidos con panes y flores, como libertadores. No sólo no ha sido así, sino que los ucranianos están demostrando una voluntad de resistencia que ni los más feroces bombardeos rusos parecen capaces de doblegar.

Putin, cegado por el éxito en Crimea, no supo valorar cuán arraigado estaba el sentimiento nacional en Ucrania y el deseo de la mayoría de sus habitantes de vivir como el resto de los europeos, en democracia y libertad, y no bajo la autocracia cleptómana del Kremlin. Por supuesto, no es posible descartar que el presidente Putin esté tratando de buscar una salida airosa a un conflicto que amenaza con dañar irreversiblemente la economía de Rusia, aislándola para las próximas décadas de los principales mercados mundiales.

El reconocimiento de que su población va a verse gravemente afectada por la inflación y la escasez abunda en este sentido y da cuenta del éxito obtenido por la política de sanciones impulsada por la UE y Estados Unidos. De ahí, que sea fundamental no dejarse adormecer por los cantos de sirena de unas negociaciones de paz que, en todo caso y como primera providencia deberían venir precedidas del final de los bombardeos. Hay que seguir por la senda de las sanciones, que están dando los primeros resultados; hay que seguir ayudando militarmente a Ucrania y, por supuesto, hay que dejar bien claro a China que algo está cambiando en Occidente.