Editoriales

O Unidas Podemos es gobierno, o deben irse

El giro dado por Pedro Sánchez a la posición española sobre el conflicto del Sáhara es, desde toda evidencia, un movimiento de largo alcance que, a nuestro juicio, traerá ventajas para todos los actores implicados, incluido el pueblo saharaui, pero que encierra, en el corto plazo, el peligro de un deterioro de las relaciones con Argelia, país del que proviene más de un tercio del gas natural que consumimos. No es buena señal la llamada a consultas de Argel a su embajador en Madrid, muestra diáfana de la contrariedad del gobierno argelino, y cabría preguntarse si la política de hechos consumados llevada a cabo por el Ejecutivo era el mejor camino posible para abordar un cambio de posición de tanta trascendencia en el plano de nuestras relaciones exteriores.

En este sentido, es perfectamente comprensible el enfado del principal partido de la oposición, que, no lo olvidemos, está llamado a ser alternativa de gobierno y tendrá que asumir una decisión de calado para la que ni siquiera ha sido consultado, y, también, el de algunos de los socios parlamentarios del Gobierno, que, como los nacionalistas catalanes, ven en la renuncia a apoyar un referéndum de autodeterminación en la antigua provincia española un reflejo de su propia situación.

Sin embargo, no debería la opinión pública española pasar por alto la división producida en el seno del Gobierno de coalición, porque supone una anomalía inconcebible para los estándares de las democracias de corte occidental. En primer lugar, no es de recibo si, como se asegura desde Unidas Podemos, que una decisión de tanta importancia, con evidentes efectos en nuestra política doméstica, se haya tomado por parte del jefe del Ejecutivo sin consultar a sus socios de gobierno, por más que fuera conocida de antemano su probable negativa a secundarla.

Se trata de un menosprecio que sólo puede tener una explicación racional, la de empujar a Unidas Podemos a la ruptura de una coalición que, como era de prever, cada vez se hace más incómoda para los intereses del PSOE. Pero tampoco es de recibo que, una vez producido el hecho, cuando el Gobierno de la nación tiene que gestionar un cambio tan complejo de la política exterior, que no cuente con el respaldo de unos socios que, legalmente, comparten las responsabilidades del Consejo de Ministros. Simplemente, Unidas Podemos no puede desautorizar al presidente del Ejecutivo, como si nada de esto fuera con ellos.

Comprendemos su incomodidad, pero o son gobierno, o deben irse. Por respeto a la institución, pero, también, a sus propios votantes que no entienden, a la vista están sus últimos resultados electorales, a que principios ideológicos responden. La apuesta española en el Sáhara es importante y, debemos insistir en ello, acertada. No se puede consentir un flanco, menos desde el propio Gobierno.