Editorial

El largo camino de España en la OTAN

Los Ejércitos que ayer, Día de las Fuerzas Armadas, desfilaron en Huesca ante Su Majestad son la mejor representación de una España plenamente democrática, integrada en el mundo libre y copartícipe en la defensa de los principios de libertad sin los que no es posible concebir la cultura occidental. Pero esta realidad española, venturosa, no se forjó por ensalmo, sino por el esfuerzo de sus ciudadanos, que se vio acompañado desde una comunidad de naciones, surgida de la gran tragedia de la Segunda Guerra Mundial, que, con todos los peros que se quieran oponer, tendió la mano a la nación que se rehacía tras la larga dictadura.

Fue, entre otros, el caso de la Alianza Atlántica, hace 40 años, que respondió a la petición española de integración en un tiempo muy corto, casi, el que medió entre la intentona golpista del 23 de febrero de 1981, cuando nuestra incipiente democracia se asomó al abismo, y la demanda de adhesión formal, firmada por el presidente del Gobierno, Calvo Sotelo, el 2 de diciembre de 1981. La respuesta del Consejo del Atlántico Norte, que formalizó la entrada de España como miembro número 16, llegó el 30 de mayo de 1982.

A partir de esa fecha, sin embargo, comenzaría un camino tortuoso, trazado por la hostilidad de la izquierda comunista, cierto, pero, también, por las reticencias de un Partido Socialista que apenas comenzaba a reconocerse en la socialdemocracia. Así, de la mano de Felipe González, el mismo presidente de Gobierno que congeló el proceso de integración de nuestro país en la Alianza, vino el referéndum del 12 de marzo de 1986, componenda que convalidaba la pertenencia española a la OTAN, pero que dejaba a nuestras Fuerzas Armadas fuera de la estructura militar de la organización. El absurdo se fue paliando con pequeños pasos, siempre con las protestas comunistas, hasta que el 1 de enero de 1999, España se incorporó plenamente a la estructura militar integrada de la Alianza.

Fue, sin duda, un hito en el proceso de modernización de nuestras Fuerzas Armadas, que se incorporaron de pleno a la doctrina operativa OTAN, pero, también, fue la culminación de un proceso político que nos llevó, con la complacencia general, del «OTAN no, bases fuera» a ser uno de los aliados que, en estos momentos, forman la primera línea de defensa en el Báltico y el Mar Negro frente a la amenaza creciente de la Rusia de Vladimir Putin.

De ahí, que ayer, la celebración del Día de la Fuerzas Armadas tuviera un eco especial, perfectamente recogido en la alocución de Don Felipe VI, porque ponía a los españoles frente a una realidad amarga, muchas veces olvidada. Que la democracia ni surge por ensalmo ni se defiende sola. Que nadie está exento de sufrir una agresión liberticida y que sólo desde la solidaridad y el esfuerzo conjunto de la comunidad de naciones libres venceremos.